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EL MOMENTO EN QUE DEBES ABANDONAR UN LIBRO

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¿En qué momento debemos decidir abandonar una lectura? ¿Cuándo terminamos de convencernos de que un libro es realmente malo? Desde que empecé a trabajar como editor de una revista y reseñista en algunos medios de prensa cultural, me he visto constantemente en la (¿in?)cómoda situación de adquirir más libros (alguno regalados, otros comprados) de los que puedo leer. Y si eso le pasa a alguien que ha hecho de la lectura una de sus principales labores ¿cómo no plantearle la misma cuestión a un lector de a pie que comparte su afición por los libros junto con sus obligaciones laborales  y/o  académicas generalmente alejadas de la lectura?

Amigo lector, tu tiempo vale, no lo desperdicies. Si un libro no te conmueve al inicio, no esperes llegar a la última página para convencerte de que es realmente malo. Si empiezas un libro y tras las primeras diez páginas no encontraste nada, ten por seguro que es poco probable, sino imposible, que termines encontrando algo.

Piénsalo, es lógico. El arranque es uno de los aspectos más elaborados de un texto, toda gran novela, todo gran cuento, todo gran poema, empieza de forma contundente. El oficio del escritor se sustenta en la capacidad de poder seducir al lector, en la capacidad que tiene para convencerlo, página tras página, de no abandonarlo.

Amigo mío, el libro debe ser visto como una estructura. Un libro que te ofrece un renglón rescatable cada dos páginas no merece ser atendido. Obviamente la literatura -específicamente la narrativa- maneja los momentos de suspenso y acción en función de ciertas etapas del relato, pero una cosa es manejar los momentos de euforia, tensión y disforia, y otra es dejarte en el limbo mientras esperas aquellos momentos. Esto último, el momento de relleno, cuando abunda, debe ser tomado como el claro síntoma de un vano esfuerzo. Si te pasa esto, no te esfuerces, no insistas, déjalo pasar.

¿El libro tiene en la contratapa el comentario de un reconocido escritor o crítico? Ignóralo y desconfía, estas palabras, en casi todos los casos tienen poco que ver con la calidad, son mero formalismo, parte del protocolo, un pago de amistad para con el autor o editor. ¿El comentarista es un garante? No, nada que ver. Es un saludo a la bandera. El libro por el libro, si no pasa nada, así lo comente Vargas Llosa o Faverón –solo por dar un ejemplo.

 

***

¿Y dónde queda la crítica periodística? Bueno, el escenario ha cambiado bastante durante los últimos años. Hoy, gracias a la internet y a las revistas de distribución gratuita, la crítica literaria es menos ajena para la comunidad lectora. No obstante, no todo es parte de una feliz historia. Es más, en realidad, la crítica que abunda en la web ha tendido a acoplarse más a la política del soboneo que a un ejercicio de criterio y responsabilidad.

Ejemplos abundan. Libros recién publicados –mucho, incluso, antes de serlo- son celebrados como auténticas revelaciones. Las presentaciones de libros suelen abundar llegando a celebrarse repetida y consecutivamente. Hoy y hasta parece que la promoción cultural da plata, la suficiente como para subvencionar equipos de promoción cultural al destajo ¿Será así? No lo sé, pero, en todo caso, gran parte de la crítica parece haberse subido al coche.

Ya sea, pues, por amiguismo, por temor o por franca ignorancia -muchos incluso celebran y recomiendan libros sin haberlos leído-, nuestro medio está plagado por personas que fungen de comentadores o reseñistas sin ningún criterio.

Dicho esto ¿qué lugar debe ocupar la crítica en nuestro medio local? Pues el de siempre. Debe ser parte del debate y del intercambio de ideas. La última palabra no la puede tener nadie. El crítico no es más que un guía, un “proletario” cualquiera, y como tal, si no hace bien su trabajo, simplemente deberá quedarse fuera. La forma de condenar al crítico es ignorándolo.

Nunca hará falta quien condene a la crítica a priori, como si la comunidad periodística y académica participará de un conciliábulo o de una secta secreta –un grande y triste ejemplo es nuestro gran escritor Oswaldo Reynoso-, a esos también es mejor ignorarlos, el crítico, como el escritor, vale –literalmente- por sus palabras, y solo ellas servirán para acogerlo o condenarlo. Y doy terminado mi texto con las siguientes palabras:

“Estimado lector, si deseas saber sobre un libro antes de comprarlo busca reseñas de él, pero si las encuentras nunca te dejes convencer por una, lee varias y contrasta. Más de allá de creerle a determinado periodista o académico decide tu compra solo a partir de tu interés en el debate ¿o te sobra la plata?”

 

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