Opinión

El mensaje de Dina y la invasión de los bárbaros, por Umberto Jara

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Por Umberto Jara

La imagen del canciller Javier Gonzales Olaechea durmiendo mientras la presidente de la República emitía su tedioso discurso, es una metáfora. El canciller no merece crítica alguna. Cumplió con escenificar una alegoría que retrata a los ciudadanos de este país: todos dormidos mientras se desarma la escasa institucionalidad que se había logrado construir en décadas.

Dina Boluarte es una versión edulcorada de la informalidad. No tiene ideología pero sí enorme ambición y es el monigote de poderes detrás. A diferencia de la grotesca etapa castillista, Dina y sus secuaces saben que, en el Perú, el uso del disfraz es imprescindible. Por eso, Boluarte disfrazada generó cierta calma al inicio y asomó la frase: “Mal que bien, Dina restituyó la estabilidad”. Y todos se fueron a dormir abrigados por el slogan. Pero un slogan es solo eso: una frase. Como Coca-Cola anunciando: “Destapa la felicidad”. Y solo es gas y azúcar.

Llama la atención que Boluarte hablase cinco horas. Se supone que es un gobierno de transición, por lo tanto, la cantidad de anuncios realizados tiene otro significado. En mi opinión, hemos visto el primer mensaje del gobierno que van a querer imponer el 2026.

Anunció una gran cantidad de medidas para generar clientelaje político y otras para fines poco santos. Por ejemplo, reveló, que ya se han creado 14 universidades en el país que brinda la peor educación. En rigor, son entidades útiles para el lavado de dinero de la economía informal. Una de ellas está ubicada en el VRAEM y resulta que apenas a 100 kms. está la Universidad San Cristóbal de Huamanga. Hizo saber también que se mantiene PetroPerú sin importarle el forado fiscal que genera pero ya sabemos que es una empresa útil para la corrupción desde Vizcarra a Boluarte.

Escuché a un candelejón diciendo “pero habló de economía social de mercado” como si Dina Boluarte, con esa frase, se convirtiese en Javier Milei. Castillo, en su momento, también anunció su respeto a la economía de mercado y a la democracia. Son frases que el país tradicional quiere escuchar y creer y ellos saben que es útil decirlas. No les cuesta mentir. Aquellos que, desde hace varios años, han manejado o siguen manejando el poder: Vizcarra, Sagasti, Castillo, Boluarte, Acuña, Cerrón, tienen una enorme ventaja: ejercen el cinismo con convicción.

Un cínico es aquel que actúa utilizando la falsedad de un modo tan descarado que la gente de bien cree que es verdad porque cuesta admitir que alguien pueda ser tan desfachatado. Ese es el secreto del cínico: anunciar algo a sabiendas de que es falso pero hacerlo con tal convicción, que los incautos caen.

El país está hoy en manos de la barbarie informal. Ellos han tomado ventaja. Todo empezó cuando el país de la criollada consideraba una “viveza” saltarse las reglas. Lo hacían los grandes empresarios y lo hacíamos los ciudadanos. Lo hicieron con gran protagonismo los fiscales que favorecieron a Odebrecht. En fin, todo es una fiesta y nadie paga las consecuencias. Entonces, un sector de caciques provincianos con perfil de sociópatas —Vizcarra, Acuña, Cerrón— decidieron conquistar el poder para desarmar el Estado e imponer la informalidad.

Miren la fotografía del país hoy: presidente del Congreso, el representante de la minería ilegal; vice-presidenta, la representante del fujimorismo dispuesto a cualquier pacto; segundo vicepresidente, el hermano de un prófugo de la justicia protegido desde Palacio de Gobierno. ¿Quién define los votos que lo hacen posible? César Acuña Peralta que desde hace veinte años fue construyendo paso a paso la peor especie de populismo y corrupción que existe en el país.

Idéntica fotografía existe en el Ejecutivo, el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Junta Nacional de Justicia, el Jurado Nacional de Elecciones, las fuerzas policiales. Los poderes del Estado están en manos de los bárbaros de la informalidad. Han logrado lo que anunciaron: la Constitución y las leyes son apenas “una pelotudez democrática”.

La informalidad, pobre país, tiene una sola regla: no existe ni verdad ni mentira, no existen normas ni valores, solo existen sus intereses y ellos ponen la reglas como les venga en gana. Es el desorden en su plenitud.

El extenso mensaje de Dina Boluarte es parte del esquema informal instalado y al anunciar tantas medidas está diciendo, entre líneas, que no van a dejar el poder. ¿Alguien, con un poco de sensatez, cree que Vizcarra, Acuña o Cerrón van a querer perder el poder logrado por la informalidad que encabezan? Están construyendo su espacio para el 2026.

Dina Boluarte ha leído un discurso que cumple con confundir al país tradicional y tiene como destinatario al país informal. Hoy los que ponen presidentes y autoridades son los capos de la economía informal. Los mineros ilegales, los depredadores madereros, el narcotráfico, los dueños de la educación al peso y toda la riqueza subterránea que se origina cuando gobiernan los que destruyen las reglas.

No fue el mensaje de un gobierno de transición. Por su extensión desmedida y su paseo por todos los sectores, fue el mensaje que anuncia que buscarán seguir en el poder. Los cambios en el Ministerio del Interior, incluido el nombre, muestran también el afán por instaurar una policía política y ese es el objetivo de todo gobierno que busca ser autoritario, más aún al existir procesos penales contra Boluarte, su hermano y sus secuaces.

Estamos ante la invasión de los bárbaros. Y estamos todos dormidos. Como el canciller. Dormidos mientras se instala el salvaje reinado de la informalidad.

Oscar Wilde tuvo toda la razón al decir: “Un cínico es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”. Todos los personajes que hoy manejan el país pertenecen a esa despreciable especie.

¿Vamos a despertar?

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