Por: Raúl Villavicencio H.
Pocas personas entenderán la mentalidad de un genio, y solo unas cuantas tienen una ínfima noción de la genialidad de Grigori Yákovlevich Perelman, el matemático ruso que despreció el renombre de todos los científicos, así como rechazar un premio de un millón de dólares en el 2006 por resolver uno de los denominados ‘Problemas del milenio’.
Casi nadie puede comprender cómo un hombre que actualmente vive con su madre en un humilde condominio de San Petesburgo se dedique a oficios ordinarios y gane por ello lo suficiente para llevarse un plato de comida, sea el mismo que consiguió resolver la hasta hace poco enigmática conjetura de Poincaré, regalando a toda la humanidad uno de los mayores avances en topología geométrica.
De tener el mundo a sus pies y el respeto absoluto de la comunidad matemática, Perelman prefirió abstraerse completamente de la sociedad, siendo considerado en la actualidad como un ‘rara avis’ que no gusta de entrevistas, ni fama, ni autorías.
Y es que la ética de Perelman no concibe que los números sean de propiedad de alguien o dotarles de un valor monetario. Él, al resolver la conjetura de Poincaré, solo estaba resolviendo algo que de por sí debería hacerse, desechando por ello algún tipo de reconocimiento o mención. No entiende cómo algo beneficioso para toda la humanidad pueda ser atribuido a una sola persona, y peor aún entregar dinero a cambio de su resolución.
De acuerdo a su estricto pensamiento, los números no llevan bandera, ni colores, ni valoración de alguna moneda. No son buenos ni malos, tampoco erráticos o dubitativos; no llevan intrínsecamente una moral, ni ideología política, ni creencia alguna. Son la aproximación más pura y fidedigna (al menos en este universo conocible) de la verdad absoluta y por ello contrasta con los humanos corrompido por sus intereses y bajezas.
Debe ser por todo eso que el genio prefirió alejarse de ese ambiente que él considera carente de estándares éticos, algo que otras personas pueden reconocer en la política, las artes, el cine o el deporte, donde recurrentemente aparecen casos de sobornos, manipulación, corruptela y favores hacia terceros.
En tanto, Perelman continuará habitando en su propio mundo, ese que no contempla los egos hinchados de los que él consideraba como sus colegas.
(Columna publicada en el Diario Uno).