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El llanto de la ballena

Charly se decide a consumir todo lo que encuentra a su paso, como queriendo llenar ese enorme vació que le originó la muerte de su amado, rehuyendo además de su fe y sumergiéndose en oscuros océanos de silencio y soledad.

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Por: Raúl Villavicencio H.

‘The Whale’ (2022), del director estadounidense Darren Aronofsky es un ejercicio necesario hacia el reconocimiento del yo interior de toda persona, tema que no es ajeno del cineasta si revisamos sus largometrajes anteriores. En esa película protagonizada por el actor Brendan Fraser, quien se mete en el papel de un solitario profesor de literatura que busca recuperar el afecto de su única hija, el director nos cuenta una historia demasiado familiar para muchos, pero que raras veces se busca visibilizar. Me refiero a la depresión.

Muchas personas que terminan encadenadas en la depresión intentan alejarse de cualquier contacto con la sociedad, atrapándose más y más en una prisión invisible que ellos mismos van construyendo, encontrando como único responsable de todas sus desgracias a uno mismo, agigantando cualquier defecto o imperfección que uno tenga.

Aronofsky suele recurrir a las metáforas para contar una historia, teniendo como ingrediente habitual la religión, la moral, el deber y el sentido de culpa por no haber completado algo que en teoría se puede encontrar al alcance de nuestras manos. Charly (Brendan Fraser) es representado como un individuo con obesidad mórbida, enclaustrado en un pasado donde tuvo la decisión de abandonar a su hija de ocho años para irse a vivir con uno de sus estudiantes que a la postre terminará convirtiéndose en su amante.

Su pareja cayó en depresión porque la sociedad, apegada a una religión que no acepta la relación entre dos hombres, los juzgaba diariamente con la mirada, tal como lo hizo al final de la película el repartidor de pizzas que se horrorizó al ver a Charly. Con el tiempo dejó de comer y terminó muriendo. A consecuencia de ello, pero al revés, Charly se decide a consumir todo lo que encuentra a su paso, como queriendo llenar ese enorme vació que le originó la muerte de su amado, rehuyendo además de su fe y sumergiéndose en oscuros océanos de silencio y soledad.

Las capas de grasa significan el enorme peso que representa la depresión, trastornando lentamente la figura de una persona al punto que uno decide aislarse completamente de todos, apartándose de esa “luz” que simboliza la religión, esa misma que logra verse cuando su hija le relata un fragmento de un ensayo sobre ‘Moby Dick’.

Columna publicada en el Diario Uno.

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