Opinión

El legado de Javier Valle Riestra

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Tino Santander Joo

El sábado pasado falleció el tribuno del pueblo, el inclaudicable defensor de los derechos humanos. Fue el artífice que la asamblea Constituyente de 1979 incorporara a su texto “La Convención Americana de Derechos Humanos de San José de Costa Rica” y la competencia de “la Corte Interamericana de Derechos Humanos”. La Constitución de 1993 ratificó esta posición en el artículo 205 que señala: “Agotada la jurisdicción interna, quien se considere lesionado en los derechos que la Constitución reconoce puede recurrir a los tribunales u organismos internacionales constituidos según tratados o convenios de los que el Perú es parte”.

En el Perú el derecho está subordinado a la política; el desorden jurídico y la corrupción judicial es sempiterna; la fiscalía es un órgano totalitario y corrupto que se utiliza para perseguir y torturar a los adversarios políticos. La clase política utiliza el sistema jurídico como instrumento de lucha por el poder. Nadie protege a los ciudadanos de las arbitrariedades del Estado, ni de los grupos de poder económico.

La democracia en el Perú es una ficción. Lo que existe es un sentimiento democratizante que confunde el Estado de derecho con ideología política, es decir, la tendencia a sobreponer los principios abstractos a la realidad, los sentimientos a la razón, la moral al derecho. Frente a esta dramática realidad la jurisdicción supranacional es la única garantía que tiene el ciudadano para resguardar su vida y libertad. Este es el legado que le deja al Perú Javier Valle Riestra. Su tenacidad, su convicción democrática indesmayable en defensa de los derechos humanos no ha terminado con su partida.

Dos días antes de morir escribió un artículo intitulado “Los Derechos Humanos y el juez Borea”; el título es una metáfora brillante que usa para investir a su heredero jurídico al que le encomienda continuar la lucha en la CIDH dándole equilibrio y solidez.  La jurisdicción supranacional con todos sus defectos y virtudes es producto de la reflexión Indoamericana sobre los derechos humanos frente a la inestabilidad política del continente.

La barbarie e ignorancia vociferan que debemos retirarnos de la CIDH, no saben que un poder derivado no puede desbaratar lo hecho por el poder constituyente. El sistema jurídico no cumple con respetar los pactos y resoluciones de la CIDH convirtiendo al Perú en un Estado paria como Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros que en nombre del socialismo violan sistemáticamente los Derechos Humanos.

La globalización capitalista y la revolución digital han creado nuevas formas de explotación y esclavismo financiero. Los derechos humanos no son una abstracción intelectual y libresca, surgen de la realidad, por eso, es imperativo que la protección de   la libertad, la vida, y la propiedad se amplíe a la defensa del medio ambiente, la diversidad cultural de los pueblos originarios y prohíba la explotación irracional de los recursos naturales.

El maestro Javier Valle Riestra, dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos, siguiendo apasionadamente los ideales de Haya de La Torre. En las últimas noches limeñas he derramado lagrimas viriles y silenciosas recordando nuestras conversaciones sobre el destino del Perú, y he sentido vergüenza, una vergüenza ajena por los falsos valores, por los hombres que moran en los cementerios, por las generaciones pasadas y presentes que no se adhieren a ninguna causa, que no sea la del interés propio.

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