Por: Tino Santander Joo.
La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) fue creada por John F. Kennedy en 1961. Se inspiró en el Plan Marshall, que se implementó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de «reconstruirla». En realidad, el principal propósito era subordinar al Viejo Continente a los intereses económicos y políticos norteamericanos. USAID tenía como objetivo brindar ayuda humanitaria a los países del Tercer Mundo, pero en realidad sirvió como fachada para combatir políticamente la influencia de los soviéticos en esas regiones.
USAID financiaba «proyectos» en salud, educación y desarrollo a través de ONG, medios de comunicación y partidos políticos, con el fin de contener el avance del comunismo en el mundo. El objetivo era que los partidos políticos de izquierda y de derecha se alinearan a sus intereses y defendieran el «sistema democrático» según la concepción norteamericana. Los medios de comunicación europeos han señalado que USAID financiaba a algunos de los periódicos más importantes de Hispanoamérica, así como a ONG ambientalistas, feministas y de otras «causas democráticas», que encubrían su intervención política en todo el mundo.
La disolución de USAID se ha presentado como una batalla política entre republicanos y demócratas. Elon Musk ha señalado que USAID era «una organización criminal de progresistas» y anunció que despedirá a más de diez mil empleados de la agencia, reduciéndola al mínimo. Sin embargo, esto no significa que la naturaleza cruel y despiadada del imperialismo norteamericano vaya a cambiar. A los norteamericanos no les interesan los problemas del mundo, sino hacer negocio con ellos.
Algunos ingenuos conservadores y neoliberales rebosan de felicidad porque se acabó la financiación para las feministas y los colectivos que promovían la agenda de género. Creen que Trump y Musk defienden la libertad y la familia tradicional, e incluso que representan la ética religiosa de los cristianos conservadores. Nada de eso es cierto. No se dan cuenta de que el imperialismo renueva sus formas de intervención y dominación política.
USAID representa el viejo imperialismo del siglo XX, basado en la intervención directa. Ahora, en plena revolución digital, la dominación se ejercerá a través del acceso a internet. Para ello, han creado Starlink, el control de los macrodatos (Big Data) y la manipulación de algoritmos para controlar las redes sociales en todo el mundo. Manejan la inteligencia artificial y manipulan la información según sus intereses.
Por un lado, amenaza con imponer aranceles a todo el mundo si no se subordinan a sus intereses económicos, olvidándose del libre comercio y la globalización. Anuncian que recuperarán el Canal de Panamá, tomarán Groenlandia y expulsarán a los palestinos de la Franja de Gaza en una limpieza étnica inaceptable que todo el mundo ha rechazado. Trump anunció que tomarán Gaza, expulsarán a los palestinos al Líbano y Egipto, y construirán una hermosa ribera.
Al frente tienen a China y a los BRICS, una plataforma de negocios e integración económica que recién se está organizando. Sus objetivos incluyen romper la dependencia del dólar y crear un espacio de libre comercio. Sin embargo, este proceso será largo y lleno de dificultades debido al permanente sabotaje norteamericano. Europa es un viejo y bello museo administrado por un curador subordinado a Norteamérica. En la OTAN manda Estados Unidos y Europa es un apéndice de la política exterior estadounidense. África e Hispanoamérica son irrelevantes a pesar de sus inmensos recursos naturales.
Esta es la realidad que está por encima de las ingenuidades y minucias de la clase política peruana. El imperialismo se renueva en sus nuevas formas digitales y tecnológicas y plantea una sofisticada forma de dominación que le impone un reto a la humanidad para enfrentar el esclavismo tecnológico y las guerras híbridas. Ha llegado el momento de construir un nuevo orden internacional que promueva la libertad y la paz mundial.