Cultura

El imaginario popular y la literatura

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¿Cuándo se inició la narrativa oral? Seguramente en cualquier noche del Neardenthal, cuando un cazador anónimo empezó a relatar a la tribu las peripecias de sus afanes o quizá una mujer les fue contando a sus compañeras del clan las aventuras de otros miembros, adornando esa primigenia narración con gestos, sonidos y muchísimas anécdotas como milenios después lo harían las abuelas para tener en suspenso a los nietos.

Lo cierto es que con el avance de la historia humana,las grandes obras literarias se han sustentado siempre en las narraciones populares, leyendas y mitos que fueron recogidos  y recreados por autores de renombre como William Shakespeare, Stendhal, los hermanos Perraul y otros.

En el Perú, circulan historias y personajes que han servido de base a  extraordinarias obras literarias y llevados a la pantalla grande como por ejemplo el Jarjacha, el Kharisiri, el pishtaco oñakaq, este último es un asesino, el degollador de los Andes centrales como Junín, Huánuco, Pasco, Ancash y la sierra de Lima. El enfrentamiento  de la guerra interna, sirvió para metamorfosear  e identificar a este ser con los terroristas. Una manera de realizar la catarsis popular para superar el dolor por tanto sufrimiento.

Entre los escritores que lo hicieron protagonista de sus obras están Mario Vargas Llosa con su “Lituma en los Andes” ,Dante Castro y “Pishtaco”. El teatro como el grupo Yuyachakani, con el montaje “Contra el viento”.

El “sacamanteca” viene a ser un émulo del pishtaco y servía a las abuelas para meter susto a los nietos rebeldes. Porque también la narrativa ha servido como regla de conducta en la comunidad.

Pero los motivos mutan. No sabemos qué personaje o personajes nacerán o ya caminarán sobre la faz de la tierra, como consecuencia de la pandemia. Seguramente la  sabiduría del pueblo peruano habrá creado a un ser terrible y poderoso para representar al virus Covid 19. Eso lo sabremos cuando algún narrador nos presente un cuento, o una novela con el nuevo propiciador de nuestros temores.

Jorge Terán Morvelli, es un investigador  de las narrativas orales, egresado de San Marcos. Sus trabajos coinciden  con una realidad que hemos vivido hace tiempo: la modernización del lenguaje mestizo en las literaturas orales.

Esta vez, decidimos conversar con el joven profesional para ampliar este complejo y siempre importante tema pues forma parte de nuestro ideario popular y de nuestra misma nacionalidad. Jorge Terán nos da en esta coloquial entrevista, una visión amplia y completa sobre la oralidad, siendo uno de los pocos especialistas en este interesante capítulo.

 1.- La narrativa oral es tan antigua como el hombre y sirvió de base a grandes obras de la literatura universal, pues sin los relatos que circulaban en Inglaterra Shakespeare no sería Shakespeare, como Andersen en Dinamarca o los hermanos Grimm en Alemania no hubieran podido darnos las obras que nos dieron. Sin embargo estamos acostumbrados a ver solo el resultado mas no el origen de esos grandes relato, que no disminuyen en absoluto la calidad de sus recreadores. Con esto se trata de no opacar el genio de esos autores (y de otros) o es minimizar el valor de esos relatos orales)

Como se ha establecido, la literatura oral antecede, en cualquier cultura –occidental, latinoamericana, africana, etc.- a la literatura escrita, si la pensamos en un plano histórico. Pero, además,, una vez que llegamos a la segunda, consecutivas y cancelatorias sino que se producen simultáneamente. Por ello, es interesante lo que señalas de las influencias de la narrativa oral en la escritura, en tanto estas dos literaturas, que se soportan en distintas tecnologías de la palabra, tienen relaciones muy fluidas, que van en ambas direcciones; dígase, de mutua influencia. Es cierto, la oralidad alimenta a la escritura literaria, pero, también, a su vez, la escritura alimenta la literatura oral. Además, no solo en en los casos europeos que señalas, sino, como se desprende, en las literaturas en general. Pensemos en el caso peruano. El sustrato oral que las narrativas de autores contemporáneos como Marcos Yauri, Julián Pérez u Óscar Colchado poseen -apelan tanto a la estructuras como a los contenidos provenientes de cuentos, leyendas y mitos- ha sido destacado por la crítica especializada. Desde luego, el caso contrario es también posible. Recuerdo un caso reciente, compartido por un amigo antropólogo, sobre relatos orales en el sur peruano en los que al lado de personajes locales aparecían personajes clásicos como Aquiles o Ulises, producto, me comentó, de las lecturas que la profesora del lugar impartía a los niños.

Cabe señalar que asumir este diálogo fluido, ese transitar, para el caso de nuestra literatura, es un paso necesario para revalorar no solo los relatos orales sino las culturas que recurren a ellos, culturas que, como la andina, hacen uso tanto de la oralidad como de la escritura desde una visión, también, bastante dinámica. (En sentido estricto el relato oral no es exclusivo de las sociedades y culturas mencionadas; las escritas también apelan a ella, pero estamos pensando en, para el caso, las primeras, donde esa relación es, de pronto, más evidente).

2.-El relato oral ha variado de país a país y de épocas. Refiriéndonos a nuestro entorno, no son los mismos aquellos que surgieron durante la Colonia, la Independencia y los primeros años de la República. ¿Juega un papel de catalizador de emociones colectivas? ¿Es una forma de catarsis, de cura social?

Los relatos orales resultan van asociados a la memoria oral, al registro del pasado –una historia alternativa a la oficial- puesto que las comunidades, las sociedades tradicionales han apelado a ella a través de los distintos periodos de nuestra historia que señalas, aunque de ella solo han quedado rastros a través de la escritura. De esta manera, en los relatos orales se halla la memoria de los pueblos, el registro a través de la palabra, de su historia –que es distinta a la oficial, a la que permanece en los archivos escritos, la que se asocia a la escritura-; es, en ese sentido, historia viva; es aparato endoculturador; el relato oral rememora el pasado, reitera las normas de convivencia que garantizan la continuidad de la cultura; cuentos, leyendas y mitos son memoria y ética de la cultura. Además, la memoria oral es más maleable: el pasado se puede reformular, adaptar para la supervivencia del grupo socio-cultural; y ello se aprecia en los cambios en los relatos orales. Es un modo de procesar el entorno, la realidad cambiante. En esa misma línea, dicha recuperación del pasado, se puede entender, también, como –si no exactamente cual catarsis o cura social- sí como procesamiento de eventos traumáticos.

3.- Tomando este axioma, podríamos decir que figuras  como el jarjacha, el temido  pishtaco o kharisiri, han sido utilizados como representaciones diabólicas durante el conflicto armado, tanto de Ayacucho como Ancash, Huancavelica, la sierra de Lima, precisamente en donde se desarrolló el terrorismo. ¿Fue una manera de interpretar estos hechos a la luz del imaginario popular?

Como acabamos de apuntar, la memoria oral, el imaginario popular procesa los eventos traumáticos y los canaliza a través -entre otras prácticas culturales, entre otros soportes de la memoria como el arte popular (retablos ayacuchanos, tablas de Sarhua, tejidos, mates burilados)- de la palabra, de los relatos. El imaginario popular, canaliza, entonces, recurre a estas expresiones, para el caso el relato oral, para dar cuenta de la realidad asfixiante, de los momentos de crisis social, económica, política e, incluso, cultural. El caso del conflicto armado interno es evidente. Cabe señalar, no obstante, que este fenómeno no es exclusivo de las regiones que señalas, sino en general de nuestro país y de diversos y distintos acontecimientos y periodos críticos. Recordemos la Lima de finales de los años ochenta, en medio de la violencia de Sendero Luminoso, el accionar represor del Estado, la crisis financiera, política y social del primer gobierno aprista, aparecen los sacaojos, versión migrante del pishtaco o naqaq. En general son personajes, seres de la noche que atentan contra el mundo andino y el mundo migrante, elementos desorganizadores provenientes de mundos foráneos, de una realidad que hiere, ataca y, en ese sentido, se trata de comprender la naturaleza de esa violencia a través de la lógica que actualizan los relatos orales.

4.- ¿Cuánto de valor tienen esos relatos que siguen circulando por los pueblos?

Una palabra complicada la de valor. Podemos pensarla, primero, en el sentido que propones y, enseguida, ensayar otros tipos de valor, complementarios a la naturaleza del relato oral en sí y su importancia en nuestro país. De esta manera, el valor se vincula con su importancia para los sectores populares -andinos, amazónicos o costeños-, que es la de depósito, archivo de la memoria de los pueblos. Tienen, en ese sentido, una función cultural y social, integradora y reproductora de la cultura y sus normas. Si pensamos en su valor desde un punto de vista estético es claro que, en principio, la función social es eje central, pero no va separada de una dimensión estética que también poseen los relatos orales, pues, en tanto acto, en tanto performance, se necesitan determinadas cualidades para, por ejemplo, relatar un cuento; no cualquiera puede hacerlo: se debe ser ágil con la palabra, poner en ejecución no solo la palabra sino los gestos, el cuerpo en general para relatar una historia que recurre a onomatopeyas, voces, historias que en sí, producen, también, además de conocimiento el placer de oír estos relatos; asimismo, además, de la performance, la misma estructura del relato oral es necesaria para su buena enunciación. Por último, si consideramos su valor en el panorama en general de la narración en nuestro país es objeto, desde luego, de la antropología, así como objeto de estudio también de la literatura y es parte de nuestra historia literaria, no solo como punto de partida sino en su continuidad y vigencia.

5.- Con la pandemia, seguramente se ha recreado su origen y terribles efectos de manera simbólica. ¿Crees que a partir de estos tiempos, surgirán nuevos personajes que asimilen la figura del virus?

Es muy posible. La memoria oral se expresa y reformula los eventos a través de ambientes, personajes, historias, si queremos, tradicionales, o puede crear otros nuevos. Aún no tenemos noticia de ello, dado lo reciente de esta crisis, pero que no nos asombre –es parte de la misma dinámica de la tradición oral-, si se ha adaptado en otros momentos, con el ejemplo que hemos señalado de los sacaojos o con la aparición en momentos de crisis de los pishtacos y las sirenas, que suceda lo mismo –más exactamente, de modo semejante- en nuestro contexto actual o tras superar este caos.

6.- ¿Qué enseñanzas nos trasmiten  los relatos orales?

Como hemos señalado, ya en un plano pedagógico, la dimensión que poseen los relatos orales al interior de las culturas que los enuncian promueven los valores de dichas comunidades, aseguran la difusión, el aprendizaje de las normas necesarias para la convivencia en ellas, para su funcionamiento y reproducción. Si lo pensamos para un público en general, en principio, acercarse a ellos es reconocer ya sea nuestros lazos con las culturas populares, nuestra pertenencia o, si no somos parte de ellas, la posibilidad de aprender a comunicarnos, de aprender a respetarnos y apreciarnos en nuestra diferencia, en nuestra diversidad.

TERÁN MORVELI JORGE ADRIAN

Magíster en Literatura con mención en Estudios Culturales, y Licenciado en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Docente Asociado del Departamento de Literatura de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la misma universidad. Con estudios de Doctorado en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Unidad de Postgrado de la UNMSM. Codirigió la revista de literatura y cultura Lhymen. Es colaborador de diversas revistas especializadas. Sus intereses académicos giran en torno a las literaturas orales y la narrativa andina contemporánea. Ha publicado: Literaturas regionales. Narrativa huaracina reciente (2013) y ¿Desde dónde hablar? Dinámicas oralidad-escritura (2008). Y ha editado los volúmenes Cuadernos Urgentes: Julián Pérez Huarancca (2018) y Cuadernos Urgentes: Cronwell Jara Jiménez (2019).

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