Una turbera es un depósito natural de turba: restos de plantas en descomposición que se acumulan a lo largo de años y hasta siglos y que forman una masa compacta. La turba aparece en lugares de clima frío, en los que se le utiliza muchas veces como combustible.
En esos lugares, también, se ha hecho un descubrimiento extraño: en ciertas condiciones, la turba detiene la putrefacción de los cadáveres. Cada tanto, desde hace un par de siglos, se descubren cuerpos antiguos sepultados en la turba: hombres y mujeres de hace miles de años. El más famoso de todos fue hallado en 1950 en la turbera de Tollund, cerca de la ciudad de Silkeborg, en Dinamarca.
El Hombre de Tollund –así se le llamó; nunca sabremos su verdadero nombre, por supuesto– murió hace más de dos mil años, en la Edad de Hierro, cuando el Imperio Romano aún existía. Estaba tan bien conservado que se le pudieron tomar las huellas digitales, que aún tenía pelo en la cabeza y que ésta parecía la de un hombre dormido. Probablemente fue estrangulado y enterrado en la turba misma como víctima de un sacrificio humano. Por otro lado, durante un tiempo en 1950 se creyó que era la víctima de un crimen reciente, e incluso la policía local investigó el caso. ¿Cómo podía tener tanto tiempo?, pensaba la gente. ¡Si parecía una persona cualquiera!
Y luego, cuando se comprobó la edad del cuerpo, muchos se asombraron al constatar lo poco que nos separa de un pasado tan remoto.
Tal vez es que el pasado humano –el tiempo que hemos ocupado en el mundo– siempre parece mayor de lo que es: nuestras vidas son cortas, pero para cada uno de nosotros son (obviamente) la existencia entera, y nos cuesta ponerlas en el contexto mucho mayor de la Historia: de la vida de las naciones y las culturas, que a su vez es increíblemente más breve que la de la Tierra.
(Y ahora hay que preguntarnos: ¿qué pasaría si nosotros fuéramos conservados así? ¿La gente del futuro podría distinguir entre ellos y nosotros? ¿O entre nosotros y la gente de las turberas? Da para una novela de ciencia ficción: la momia del siglo XXI tendría restos de prótesis y de un smartphone, pero sus descubridores le inventarían una historia: la harían amiga íntima del Hombre de Tollund…)
El hallazgo de 1950 está documentado en un libro tremendo y encantador a la vez–mitad relato histórico y mitad investigación forense: algo como CSI Edad de Hierro–, traducido al español muy recientemente: La gente de la ciénaga, escrito por el antropólogo Peter Vilheim Glob.