Alcaldesa Susana Villarán y los buses de la cuestionada Reforma del Transporte.
¡Qué ha hecho, Villarán! Es el grito que lanza una señora en la cola, mirando desesperadamente su reloj. Más gasto en los pasajes, largas colas y una abusiva pérdida de tiempo, son solo algunos detalles de la llamada “Reforma del Transporte”. Una reforma necesaria pero de aplicación desordenada e incompleta que ha despertado la indignación de los usuarios en Lima.
Luego de experimentar durante una semana el servicio de las líneas del Corredor Azul, he podido darme cuenta que Susana Villarán desconoce la ciudad donde vive, tal vez porque no toma los buses. Por su parte Gustavo Guerra García, otro personaje de la Municipalidad de Lima, quien solo anda en auto, nos dice en vivo y en directo a través de las microondas de los noticieros, que caminemos, que hace bien caminar para nuestra salud. Qué tal respuesta.
Largas colas a diario para hacer uso de los buses azules. Foto: Perú 21
Qué lindo es decir “el Corredor Azul es una maravilla” cuando nunca lo has usado, cuando ni siquiera vas al centro de Lima. Los más perjudicados con este Corredor Azul son los usuarios que viven en El Rímac, Comas y San Juan de Lurigancho, principalmente. Ellos son los que sufren a diario las consecuencias de la improvisación. Esta reforma, donde se repintaron los mismos buses viejos tal como informó la prensa en su momento, emplea a los mismos choferes llenos de papeletas. De qué reforma estamos hablando entonces, cuando ni siquiera se tiene la cantidad de buses necesarios para transportar a todo el público. Sacaron cuatro mil unidades de circulación para poner a disposición de toda la carga de pasajeros urbanos, solo 150. Esto nos hace ver claramente que el problema nace no solo de la toma de decisiones sino, sobre todo, de la pésima asesoría de la señora alcaldesa.
Esta es una reforma que no tiene ni pies ni cabeza, una reforma que se percibe electorera y no en función de los usuarios. En busca de la consolidación de su imagen de efectividad, Villarán ha terminado por hacerse un harakiri que le va costar la reelección.
Uno de los grandes problemas de esta gestión (y no me refiero acá a las cuestiones culturales porque ese es otro tema), es que nuestra alcaldesa está rodeada de personas improvisadas en la gestión pública, pero que son muy buenos para dar excusas. Ellos creen que todo aquel que critica el corredor azul es simpatizante de Castañeda, cobrador de combi o chofer de Orión. Buscan culpables y son completamente ajenos a la autocrítica, cuando esto último es lo que debieron hacer cuando la población (que evitó la revocatoria con sus votos) empezó a expresar sus reclamos.
Nadie está en contra de una reforma del transporte, Lima la necesita y con urgencia, pero esta debe ser aplicada de una manera ordenada y sobretodo planificada, con más buses, con terminales, paraderos decentes, con más información y con un pasaje módico y único, tal como formuló Luis Gutiérrez, de la Asociación Latinoamericana de Sistemas Integrados. Aquí los únicos que se llenan los bolsillos son los consorcios ganadores de la licitación de las rutas. Otro tema importante es el de los pasajes. Aquí nada es gratis, no cobrar durante unos días puede ser una estrategia de “aprendizaje”, pero extender ese plazo “hasta después de las elecciones” es una mentira populista, porque ese dinero sale de nuestros impuestos, no de otro lugar.
Los mismos buses retirados son pintados de azul para ser reutilizados como parte de la Reforma del Transporte. (Foto: RPP).
Antes, desde la Av. Tacna hasta el ovalo de Miraflores uno se demoraba una hora con veinte minutos, ahora en un horario normal de las 4 de la tarde, se demora hasta dos horas, sin contar el tiempo que se pierde haciendo la enorme cola, para luego viajar como una sardina. No existe la opción de elegir. A esto se suman las denuncias de los propietarios de los buses que están siendo obligados a pintar sus vehículos de azul. Por su parte, los choferes, que antes ganaban entre 100 a 130 soles por día, ahora, por manejar los buses azules solo reciben 40 soles, y el pago es quincenal.
La reforma está perjudicando a mucha gente, y es un diario dolor de cabeza. Nunca, en tan poco tiempo, un alcalde ha logrado tanto rechazo. Gracias a Susana Villarán, ahora el azul también es el color del fracaso.