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EL GUASÓN O LA REVOLUCIÓN ESTÁ CERCA

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Escribe: Rodolfo Ybarra

I

Hay películas de culto que se elevan por la calidad misma de la película, el guión, la fotografía, la dirección o los personajes que son interpretados con maestría. Es difícil encontrar una película que reúna todos estos ingredientes y nos dé un buen producto a la hora de sentarnos en la butaca y disfrutar del encuadre y la transición de colores en el ecran.

Con El Guasón pasan dos cosas. Primero que un no entrenado en las lides cinematográficas encuentra que es una obra maestra y se identifica con el personaje en el sentido que, quiérase o no, es un payaso antisistema o que, como El Jardinero de Jerzy Kosinski, ha llegado a un lugar de liderazgo solo porque las condiciones o el destino lo pusieron ahí. Y que, claro, la lucha de clases es también un negocio, en este caso para Mattel DC, quienes desde la tercera entrega del Batman de Cristopher Nolan, The Dark Knight Rises, le han dado a sus espectadores, lo que sus espectadores sufren en la vida diaria.

Y segundo, que, para un iniciado y cinéfilo, encuentra que son demasiadas las copias o tributos de esta película con respecto a toda una tradición del cine. Por ejemplo, cuando El Guasón ahoga a su madre es una remitencia a Betty Blue de Jean-Jacques Beineix cuando Zorg ahoga a la Betty tuerta con la almohada y lo hace con dolor porque ya no hay marchas atrás y es mejor verla muerta que verla (o verse) sufrir. O La Naranja Mecánica donde un grupo de drugos se la pasa golpeando a indigentes.

Los Otros de Alejandro Amenábar donde nada ocurre como parece sino que los fantasmas no son los otros y todo ocurre a la vez o no ocurre. Y en el Guasón pasa que nunca hay enamoramiento con la vecina, Arthur Fleck nunca es festejado en el estudio de Murray y nunca se convierte en un stand comedy. Todo ocurre en su cabeza o no ocurre.

O Asesinos por  Naturaleza, de Oliver Stone, donde la violencia es gratuita y transmitida en vivo y en directo con asesinatos de presentadores de televisión que son sacrificados en función de un espectáculo de masas.

O la hindú Mera Naam Joker (My name is Joker, 1970), del mítico Raj Kapoor, donde un payaso triste y fracasado lucha por sus sueños y donde su misma madre muere en el circo. Y mientras resuena la canción del payaso que llora por dentro, tiene que darse valor y hacer reír a un público inexistente en una versión de bollywood del clásico Pagliacci.

Eso sin contar el baile del Guasón en las escaleras danzando Rock and roll parte 2 de Gary Glitter y que también es un homenaje soterrado a este viejo rockero, acusado y preso por pedofilia y con claros desórdenes mentales. Y a quienes duden de esto pueden ver también The Wanderer : Supersonic, de este olvidado músico que asciende unas escaleras mientras va bailando.

O El Guasón siendo llevado por un auto en movimiento y viendo como todo se destruye a su paso, que es algo que podemos ver en su símil en “Cosmópolis” del genial David Cronenberg.

O, cómo no, “Taxi Driver” de Martin Scorsese donde un fanático y desconectado Travis que ha construido su propio personae haciéndose un mohicano, empieza a disparar a mansalva contra todo lo que considera un “enemigo”. Y, claro, Scorsese también fue, en un inicio, productor de este esquizoide e irreversible Guasón y por ahí hay el hilo de una madeja que no debería dejarse libre.

El uso de la máscara como símbolo y como protección lo podemos encontrar directamente de V de Vendetta, de James McTeigue, nada más que ahora reemplazaremos la cara con bigotitos por una máscara de payaso con pelos verdes. Y seguro hay más si escarbamos en películas como El rey de la comedia, Tiempos Modernos, Atrapados y sin salida, etc. El collage o contrabando es más amplio de lo que parece y que el director Todd Phillips [Road Trip (2000), Old School (2003), Starsky & Hutch (2004), The Hangover (2009), Due Date (2010), The Hangover Part II (2011) The Hangover Part III (2013) y War Dogs (2016)] no ha tenido el más mínimo esfuerzo de ocultar. Al final todo puede pasar como “tributo” o como “homenaje”. Sin embargo, algo que pocos se han dado cuenta es que Phillips fue quien hizo uno de los documentales más interesantes sobre una leyenda del punk, Hated : GG Allin And The Murder Junkies (y que, en algún momento mereció una crítica de este escriba).



II

El texto del guion arranca cuando el Guasón, alter ego de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), le dice a su psiquiatra, negra y pobre: “Es mi imaginación o todo es un caos”, y esta le responde: “Sí, hay tensión”. Aunque la primera parte no hace sino mostrar a un personaje con serios problemas psiquiátricos que vive en un tugurio y con una madre enferma y en estado de indefensión. Es claro, que el mensaje principal se va a ir definiendo conforme avance la cinta.

Así, El Guasón sobrevive en un mundo, posiblemente dominado por el capitalismo draconiano estilo Ronald Reagan y Margaret Tatcher. El ambiente, los autos, el decorado y la música nos definen un tiempo entre fines de los años setenta e inicios de los ochenta. Aunque muchos la ubican en un Nueva York de 1981. Las ratas gigantes, símbolo de degradación social, han invadido la urbe y hay un descontento popular que poco a poco se irá agudizando con el derrumbe financiero y el desempleo y más temprano que tarde encontrará el tubo de escape por donde todo se desembalsará sin que nadie pueda hacer algo para evitarlo.

Pero el Guasón tiene sueños de hacerse “comediante” y de hacer reír a la gente y para eso trabaja en un sindicato de payasos donde le pagan al destajo, marca tarjeta y es víctima de bullyng de parte de sus colegas. Además de ser víctima del robo de su pancarta publicitaria y de una paliza, es despedido y su vida va en caída libre en todo sentido. Y para remate un supuesto amigo payaso le entrega un arma para que, dizque, se pueda defender de ese mundo violento.

Mientras tanto, Arthur Fleck va intentando desarrollarse como comediante o stand comedy, pero el talento le es ajeno y lo único que brota es una sonrisa involuntaria o epilepsia gelástica, producto de un desorden y alteración psiquiátrica y que, en muchos casos, puede llevar a un infarto de miocardio.

III

Un día en el tren observa cómo tres hombres aparentemente profesionistas y de bien, empiezan a molestar a una chica y él no sabe cómo defenderla o hacerse el indiferente; y de repente brota la risa insostenible, la risa que no es precisamente de burla sino de temores frente un entorno hostil, pero también del temor de lo que uno mismo pueda hacer o reaccionar frente al otro. Y ocurre lo inevitable: El Guasón rendido y humillado en el suelo –“terrible  es aquel que no tiene nada que perder”, dice Goethe–, dispara contra los tres individuos y, al hacerlo, no solo se siente bien sino que entiende –y esto se verá en un monólogo más adelante— que la comedia necesita del drama y mejor si ese drama procede del resto y no de uno mismo, aunque esto último sea solo un deseo.

Hasta ahí ya la imagen del Guasón está configurada e irá en ascenso. Y alcanzará su tope de violencia cuando asesina con una tijera al payaso que le alcanzó una pistola para que pueda defenderse y que, al final, resultó un bribón que había conspirado para que lo echen del trabajo y lo único que quería hacer ahora era librarse de la policía que iba detrás de los tres asesinados en el tren. Pero este acto de violencia extrema donde Arthur Fleck termina masacrando a un cadáver y estrellando su cráneo contra las paredes encuentra su sublimación griega (de Aquiles matando a Héctor y arrastrando su cuerpo, pero permitiendo al final los funerales) cuando el enano acondroplásico es dejado libre y más bien le da un beso en la cabeza porque este ser contrahecho había sido el único en todo el mundo quien lo había tratado como un ser humano o como dice la letra: «Don’t worry Gary, I won’t hurt you, you were the only one that was nice to me” («No te preocupes Gary, no te lastimaré, fuiste el único que fue amable conmigo»). Y le abre el cerrojo para que el pequeño hombre pueda huir corriendo. La conmiseración que detestaba Shopenhauer se hace luz y sombra y el espectador hasta siente alivio de que así sea.

IV

El Guasón se define como un ser no político, curiosamente la contraparte y posible padre de Arthur Fleck, el aspirante a  alcalde, el magnate Thomas Wayne y padre del irrefutable Batman, es el héroe social, rico, alto fornido y millonario que puede hablar en televisión y decir que todos los que no son como él son unos fracasados, que lo envidian y son unos payasos: “cobardes que se esconden debajo de una máscara”.

Lógicamente la revuelta está a la vuelta de la esquina en una “marcha de los payasos” y el Guasón será encumbrado como un posible líder de masas, el que se atrevió a matar a tres individuos, reflejos de las clases retardatarias, reflejos de la opresión.

Obviamente y aunque la película no trate de las convulsiones sociales, el hambre y la miseria del mundo, es lógico y entendible (porque así lo ha hecho la película) que el personaje secundario de el Guasón sean los miles de pobres, indigentes y profesionistas, apaleados y reducidos en sus derechos. La psiquiatra despedida refleja que el estado ni siquiera puede atender a su población y el mensaje se expande cuando la misma mujer dice: “Gente como tú no les importa Arthur, personas como yo no les importa”.

Así seres miserables que habitan las calles o rebuscan en la basura. Frenopáticos para pobres y calles desoladas donde el abandono es el pan de cada día va a configurar no solo un escenario ni lugar sino todo un campo minado que está a punto de estallar, solo espera que la mecha sea encendida. Y el Guasón, con un cuerpo esmirriado, cuasituberculoso y sin mayor destino, alguien porque el que nadie daría un centavo, es el que se atreve, enciende la mecha y gatilla la hecatombe.

V

Pero el Guasón es comedia y no drama y para eso la vuelta de tuerca se manifiesta cuando ya todo está consumado. La policía persigue al Guasón. El Guasón asfixia a su madre. Y se da cuenta que nadie lo tiene en consideración ni podría entregarle un poco de afecto. Y el director del programa más televisado de Ciudad Gótica, Franklin Murray / Robert de Niro, se interesa por él, no porque vea talento sino porque puede traficar con su imagen de fracasado, de ser desechable y elevar el rating.

El Guasón acepta el reto y va directo a la boca del lobo y a la raíz del problema, lo que sería su “realización profesional”, exponer su comedia (o su drama) a nivel masivo. Y de que es capaz de hacer reír aunque tenga que hacer uso de la tortura, el crimen y el cinismo: “Solía pensar que mi vida era una tragedia, pero ahora me doy cuenta de que es una comedia”.

Y hasta este momento, todo ha conspirado para que el Guasón se muestre tal cual. El mundo arde en llamas, las manifestaciones callejeras rondan con el caos absoluto y en el set de televisión, a modo de psicosocial de control, solo se quiere reír, pero ya es tarde y asistimos a una develación final de la violencia inusitada: Murray / de Niro es asesinado de un balazo en la cabeza y frente a cámaras. Antes ha ocurrido una confesión sincera y con tiempo para que Arthur Fleck pueda reflexionar y justificar/validar sus asesinatos. “Acaso si yo estuviera tirado en la calle, la gente pasaría por encima mío y nadie diría nada”  porque un hombre pobre y miserable y, encima, sin ningún talento puede ser pasado por el molino del sistema sin que esté se dé cuenta. Daño colateral le llaman. Repasemos este diálogo:

Arthur Fleck: ¿Has visto cómo es allá afuera, Murray? ¿Alguna vez dejas el estudio? Todos solo gritan y gritan el uno al otro. Ya nadie es civilizado. Nadie piensa cómo es ser el otro chico. ¿Crees que hombres como Thomas Wayne alguna vez piensan lo que es ser alguien como yo? ¿Ser alguien más que ellos mismos? Ellos no. ¡Piensan que nos sentaremos allí y lo tomaremos todo, como buenos niños! ¡Que no seremos hombres lobo y nos volveremos locos!
(…)

Arthur Fleck: ¿Qué tal otra broma, Murray?

Murray Franklin: No, creo que ya hemos tenido suficientes bromas.

Arthur Fleck: ¿Qué obtienes …

Murray Franklin: No lo creo.

Arthur Fleck: … cuando cruzas …

Murray Franklin: Creo que ya hemos terminado aquí, gracias.

Arthur Fleck: … ¿un solitario mentalmente enfermo con una sociedad que lo abandona y lo trata como basura?

Murray Franklin: llama a la policía, Gene, llama a la policía.

Arthur Fleck: ¡Te diré lo que obtienes! ¡Obtienes lo que te mereces!

VI


El viaje al centro de la ciudad dentro del tren y con cientos o miles de payasos indignados será el marco de una revolución por el cambio social. Alguien ha matado, pero lo ha hecho en nombre de los que no podían levantarse por miedo o por ausencia de valor (algo que explicaba Hegel en su Dialéctica del amo y el esclavo) o porque no hay voluntad para entender una realidad de oprobio. O desdén. Y el Guasón ha sentido y ha pensado por el resto y se ha dado en ofrenda. Yo mato por ti, pero no estoy solo. Yo enfrento al sistema con mi cara de payaso, pero no estoy solo. Yo confieso que he matado, pero lo he hecho en nombre de miles (Fuenteovejuna) y, por lo tanto, no estoy solo. ¡No estoy solo! ¡No estoy solo! Yo me levanto y lo hago en tu nombre. Ahora lo entiendo y acepto el reto.

Slavoj Zizek en su crítica al Batman de Christopher Nolan, The Dark Knight Rises, ya nos hablaba de que los éxitos comerciales o taquilleros de Hollywood son indicadores precisos de las problemáticas ideológicas de nuestras sociedades. Y el Guasón no es ajeno a esto. La abrumadora taquilla de esta película es también un abrumador estar de acuerdo en que todos somos payasos para el poder establecido. Y lo estamos viendo en Chile, en Ecuador, en España, en Francia, etc.

Al final, la represión policial, la cárcel o el frenopático no serán frenos ni diques de nada, solo un-recodo-en-el-camino o como Arthur Fleck escribió en su cuaderno, diario de apuntes: “Espero que mi muerte tenga más sentido que mi vida”.

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