La “chica”, cual niña berrinchuda que busca algo a punta de pataletas, ha pasado durante estos últimos meses por una transición de niña buena a mujer dolida y vengativa, y está dispuesta a pagar muy pero muy cara su derrota, incluso dejando en cenizas todo a su paso.
Como el personaje de esa famosa serie de cable “Daeneris Targaryen”, su largo camino hacia el “trono” le ha hecho perder durante muchos momentos los papeles, tornándose por momentos errática y en otros dulce y proclive al abrazo sanador; tal como lo hizo aquella vez en los exteriores del penal de mujeres con su hermano, pero que no dudaría ni un segundo en traicionarlo (nuevamente) cuando amerite la oportunidad.
Ella considera, en su imaginario, que es la legítima heredera a asumir las riendas de un país dividido y resquebrajado por enemigos invisibles, llámese pandemia o ideologías que viene carcomiendo desde lo más profundo a nuestro amado país.
Y no está sola, sino que viene acompañada por su ejército de abogados que están dispuestos a entregar toda su reputación por una idea que ella sola se ha encargado de esparcir a gran parte de la ciudadanía, y ellos, enceguecidos por el discurso que ella profesa, vienen repitiendo sin saber que están cayendo junto a ella a un abismo muy profundo.
El enemigo, según ella, es mucho peor que lo que ella propone, sin embargo la población no se imagina que la demencia es latente en ella, y que bajo su mandato todo aquel que se atreva a encararla, o siquiera cuestionarla, será severamente reprimido por su tiranía.
Ya la historia parece ser cíclica en ese clan familiar, donde el patriarca en una ocasión mandara a electrocutar a su cónyuge porque ésta se atrevió a increparlo, en las profundidades de un torreón que fungía de zona de castigo contra los rebeldes. Y su hermano, el menor, estuviera presuntamente implicado con personajes oscuros y siniestros vinculados al embrutecimiento moderno de la sociedad. Tíos vinculados con direccionar donaciones de ropa en la década de los noventa, y vasallos que agachan la cabeza ante la mirada furibunda y desaprobadora de la “chica” cuando algo no sale tal como lo planeaba.
Ni qué decir del otro “tío” que estuvo junto a ella desde su adolescencia y transición a la adultez. Oculto bajo las sombras, cual Rasputín, era un miembro más sin embargo de ese clan que gozaba y abusaba de tener el poder.
Será tal vez que el entorno palaciego, donde tenía personas que le hacían reverencias y estaban siempre dispuestos a cumplir sus deseos las 24 horas del día, y ese recuerdo de que en algún momento ella se encontraba en lo más alto de la cadena de mando ha hecho que su mente se vaya tornando más y más ajena a la realidad.
Sus ansias de poder la van forzando a construir un camino que solo ella se ha creado para que nadie más camine sobre él. Ella, como ese personaje de ficción, están condenadas a vivir un destino ya escrito, y no interesa si durante su camino se perjudican diez, cien, cien mil, o todo un país para satisfacer sus deseos grandeza.
Tal vez, durante su ascensión, lo único que quede sea un camino cubierto de cenizas, y tengamos, de eso, todos los peruanos que rehacer un país nuevamente de cero.