Dentro de la Modernidad, no hubo momento histórico más importante para la palabra poética que la de la Revolución Rusa. Nunca, como antes, la figura del poeta creció a niveles estratosféricos: Maiakosky fue no solo un popular escribidor sino una figura que encarnó la nueva realidad. Por primera vez, se intentó llevar la imaginación al poder. Los resultados, claro, todos lo conocemos: Mandelstam arrestado, Maiakosky y Esenin suicidándose, y, por otro lado, Boris Vian (perdón, Boris Pasternak), gana el Nobel, pero debe rechazarlo por presión del gobierno. Sin olvidar, claro, a la gran Anna Ajmátova.
Entre los futuristas y acmeístas, surgió la figura de Alexander Blok. Él, en sí mismo, encaja bien con todo el proceso revolucionario: es autor del emblemático poema Los doce, donde da una mitificación al proceso revolucionario. Entre sus mejores poemas, sentimos la enorme insatisfacción, aquellos destellos de desasosiego. Cuando solo vemos al hombre que sufre y piensa, al individuo, su poesía adquiere una fuerza legendaria. Los poetas, por ejemplo, sigue causando vibraciones encontradas: «No, querido lector, mi crítico ciego/ Por lo menos los poetas tienen/ Sus musas, sus nubecillas, su Siglo de Oro,/¡Todo lo que para ti es inaccesible…!»
Poema que bien puede ser nuclear para entender el espíritu de su obra: si bien, en algunos poemas afirmó el credo comunista, en otros, solo se observa el desasosiego, lo efímero, aquello que para «los otros es inaccesible». La idea del poeta como un ser marginal es antigua: podemos citar el Albatros de Baudelaire, para darnos una idea de cómo funciona la idea del vate como visionario. Blok sabe eso: el retrato que plasma en Los poetas tiene mucho de jocoso y exagerado, pero deja ver aquella lucidez y sentimiento que hay en el oficio. En otra parte del mismo poema dice: «No importa que mueran, como perros, tras la valla/(…)Creen que algún Dios los trajo aquí/Para que besaran la ventisca y la nieve…» Si bien en la revolución los poetas fueron claves para difundir la mística del proceso, eventualmente, aquellas fuerzas se dispersaron. Este poema, escrito 11 años antes del proceso, hace vibrar el lenguaje para desbloquearlo de lo útil y trivial, y lo conduce a las fibras humanas más radicales. En suma, Blok vive aún, y arde nítidamente…
(Columna publicada en Diario UNO)