Entre otras noticias nacionales, el 2024 inicia con la información proveniente del Registro de Organizaciones Políticas (ROP) propalada por algunos medios escritos, señalando que hay nueve partidos en avanzado proceso de inscripción.
Ahora bien, salvo la prestancia y trayectoria del Partido Cívico Obras, fundado el 8 de julio de 1989 por Ricardo Belmont, los hay paran todos los gustos y no marcan la diferencia con los actuales clubes electorales o argollas de oportunistas (facciones partidarias) que incluso cuentan con representación parlamentaria.
En efecto, podrán pulular clisés de partidos y ocasionales políticos de última hora, pero estos son improvisados y saltaron recién a la política en medio de la dictadura fijimontesinista, acaso inoculados con el virus de hacerse ricos a costa de la “res publica”. Es gente que llegó a la política con deudas pero que tras algunos años de congresistas, gobernadores o alcaldes se convirtieron en magnates o ricachones.
Esto puede sonar atrabiliario y sórdido, pero ese es el Perú de hoy. Empero quien marca la diferencia es el factor Belmont y el Partido Cívico Obras, porque es un ciudadano peruano de 78 años, con experiencia y quien antes de ingresar a la política tenía un emporio de empresas entre las que destacaban radios y una televisora; sin embargo, por jugar limpio perdió todo con excepción de su formación filosófica enriquecida con su labor periodística en el programa de TV que fundó el 18 de enero de 1973: Habla el Pueblo.
Esa formación filosófica la tuvo siempre, por eso nunca se sentó en la salita del SIN, pero en los últimos diez años le sacó lustre y la acrisoló, sobre todo como autodidacta en la versación de la filosofía griega, con especial énfasis en la visión cosmogónica espartana y estoica.
Es verdad que existe una alta proliferación de partidos políticos, pero para el Partido Obras tanto mejor, pues se le presenta un amplio panorama donde podrá marcar la diferencia, pues al final solo debería primar en el Perú tres o cuatro partidos sólidos y que conjuguen la mayoría de voluntades ciudadanas, quizá uno de derecha, otro de izquierda, y quien deberá representar el centro.
Para nadie es un secreto que ese centro aristotélico lo llena RBC y su Partido Cívico Obras. Con la salvedad de que él viene diciendo hace tiempo que la política no puede medirse bajo los cristales de la derecha o de la izquierda ya que ese debate ha sido superado por la realidad hace tiempo, y solo representa hoy una forma de manipulación vía la polarización desde los centros globales de poder para mantener a América Latina y el mundo subdesarrollados, divididos y víctimas del péndulo electoral que suele ir de derecha a izquierda para seguir manteniendo las taras sociales y la corrupción.
Como el propio Ricardo lo ha puntualizado, el Partido lleva el nombre de OBRAS, en referencia no solo a lo que demostró en sus dos administraciones municipales (1990 – 1995), sino que además la mejor y mayor obra de Dios fue la creación del “hombre”. No obstante, en asuntos más prácticos, y por ello no menos importantes, el Partido Cívico Obras resultaría paradojalmente una renovación y una ventilación para la política peruana, pues sería un factor interesante, creíble y espontáneo que regresa con el color verde para las letras de molde de OBRAS, un verde que es oxígeno y atención a la naturaleza de un mundo cada vez más contaminado física y espiritualmente; y el blanco que representa la paz, la transparencia y la limpieza.
Ricardo Belmont, administrador de carrera por la Universidad de Lima, broadcaster y periodista, manifiesta constantemente desde sus redes sociales una fuerte convicción dirigida a asegurar una mística en provecho del futuro de las familias del país, y lo dice con coherencia cartesiana como hace 35 años, en 1989:
“Esto no es una guerra contra un enemigo externo sino entre nosotros, contra la corrupción, contra la falta de convicciones morales y de una mística ganadora […] Por eso quiero proponer un movimiento cívico, no para caer en la discusión de temas agotados sino para pasar a la obra realista, para que cada uno de nosotros pueda decir a sus hijos: este es mi aporte y mi sacrificio para que tu mundo sea mejor que el de mis padres y mis abuelos”.
En suma, si bien la reforma política y constitucional referida a los partidos políticos ha fracasado porque no logró reducir el número de organizaciones partidarias, siendo el error de los politólogos, seudo especialistas y del legislador, la verdad es que el Perú configura el país en América Latina que tiene más agrupaciones en pos de la presidencia o el parlamento.
Esa triste realidad hoy los ciudadanos sí la pueden cambiar, dándole todo el apoyo y el voto a no más de tres o cuatro partidos, los que mejor estén preparados para merecer ese título, y en esa lista no podrá faltar el factor Belmont y su Partido Cívico Obras, pues la República está cansada de vientres de alquiler, de clubes electorales y de caudillismos de todos los colores. Pero no hay ni habrá caudillismo cuando existe una historia de lucha con ideales superiores, una filosofía política, una doctrina, un ideario y un plan de gobierno para el corto, medio y largo plazo.