¿Por qué, si se supone que es lo más cercano a nosotros, ‘nosotros mismos’, nos cuesta tanto acceder ‘al abismo de lo personal’. Por qué tendría que sentirse, en primer lugar, o muy rápidamente, aquello que supuestamente nos distingue, ‘lo que queremos salvar’, sin lo cual no hay nada, porque sin yo no hay mundo ‘para mí’, como un abismo?
El yo, la unidad del yo, siquiera relativa, parece imposible. En un sentido realista, una utopía. Un deseo infantil. Estamos hechos añicos. Las piezas se multiplican. Recogemos como podemos los pedazos. O será más bien que nos reconfiguramos, nos metamorfoseamos constante, incesantemente. Y la vida es eso. Pero qué es lo que queda, lo que se mantiene, la esencia, lo que no cambia. ¿Existe eso?
Una película es sorprendentemente un campo para hacerse todas estas preguntas de manera directa o indirecta. Una búsqueda de lo invisible (de la esencia del ser, o de un ser, ¿o de todos los seres?) con imágenes. —De ahí lo fascinante y extraño, cuando alguien logra hacerlo—.
Parecería contradictorio que pese a un culto y hasta una manía del yo o por el yo, hablar de uno mismo, quiero decir, una película en primera persona, una obra autobiográfica, en serio y sin complejos, sea tan difícil de llevar a buen término. Una película que se desamarre además de las convenciones aseguradoras. La pregunta. ¿Es indecente concentrarse así en el propio ser desde un punto de vista ético?
¿Sería de veras un problema reconocer que no somos sino fragmentos, que estamos ahuecados, que estamos incompletos, que sí, que recordamos, pero que también olvidamos, que hay contradicciones que no se resolverán nunca, que no hay que disimularlo, y que la contradicción misma podría ser nuestra esencia —entre otras cosas nuestra limitación y nuestra hambre de absoluto—; que somos, incluso pese a nosotros mismos, o a una parte de nosotros mismos, un puñado de obsesiones?
Confiar en los recuerdos, en los sentimientos, en las impresiones, en las sensaciones, en la percepción ‘infantil’ del mundo, en nuestro lado ‘animal’, más que en una lógica autoritaria que desprecia las delicadezas de la poesía, que menosprecia lo visceral, lo intuitivo… me parece un asunto crucial. Renovar nuestra relación maltratada con el mundo, volver al principio, rehacer el camino, es lo que hace de Tarkovski un nombre clave en la historia del cine.
Película
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