El trabajo. Y eso ¿para qué sirve, para quién? ¿Tiene sentido? El trabajo no querido, el trabajo no querido en lo absoluto —incluso odiado—, la doble vida (y uno se pregunta cuál de las dos es la más verdadera), así, la necesidad total de la mentira (una mentira salvadora, y a la vez, condenatoria, ‘socialmente’), que no obstante, permite que aflore… una verdad… una verdad casi informulada, una verdad valiosa, preciosa, grave y por supuesto central, en fin, la evidencia de la diferencia dolorosa e irreconciliable entre existencia y esencia.
¿Qué hacemos con nuestro tiempo, es decir, con nuestra vida?
Estamos entrenados para responder a nuestro deber, y nuestro deber es… ¡no hacer lo que queremos hacer! ¿pero quién sabe mejor que nosotros mismos cuál es nuestro deber? Ante esa violación de lo más íntimo de nuestro ser -violación incesante, de ‘autoridades’- ante toda una maquinaria social y económica invasora de posibilidades más amables, lentas, tranquilas, humanas, RACIONALES, todo esto suponiendo que uno tenga aún la posibilidad de escoger…
¿Nacimos para ser simplemente esclavos? ¿Eso es todo? La hiperproductividad ¿no nos está llevando acaso hacia una segura autodestrucción? ¡Deténgase, idiotas! ¿Es racional vivir para trabajar, o negarás que nos están robando la vida los ricos, los poderosos, que no tienen necesidad de trabajar?
La elegante melancolía de la música, su tono que poetiza y ensombrece bellamente…
La película se detiene justo al borde del abismo. No traspasa esa frontera, con respecto a la historia original que el libro de Emmanuel Carrère, El adversario (2000) expone: la historia trágica de Jean-Claude Romand (que mata a mujer, hijos y padres cuando está a punto de descubrirse su mentira, su secreto, su verdad). El adversario (2002) de Nicole Garcia explora o se acerca más a ese abismo. Cantet salva a su personaje de la explosión.
El protagonista puede verse como un niño inmaduro, un hombrón no es más que un hijito bien de la clase media alta al que le pueden salvar el trasero al final…
Pero, en ambas películas, el capitalismo corruptor es desnudado con la elegancia de un bisturí.
Erich Fromm decía que hay que trabajar para lo que se ama, para fines propios y no impuestos desde afuera…