Opinión

El derecho según “Lulú”

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Lourdes Flores Nano pertenece a esa recua de abogados de cuello blanco, que han hecho del derecho un instrumento para sus pendejadas. Abogados que no sirven a la justicia y a la legalidad, sino al poder y al dinero; pero que —hipócritamente— enmarcan sus actuaciones con el discurso de “defensa de la democracia y el estado de derecho”.

Pero hubo un tiempo en el que ella se pintaba como una abogada demócrata y defensora de los valores republicanos. Salió a la palestra pública apoyando la defensa de la banca contra las medidas populistas del primer gobierno aprista, fue diputada en 1990, investigó a Alan García y se opuso al Golpe de Estado de 1992.

Sin embargo, participó en el Congreso Constituyente Democrático, producto de ese autogolpe.

En las postrimerías del régimen fujimorista apoyó la “Marcha de los cuatro suyos” y postuló a la presidencia de la República: compitió contra Alejandro Toledo en el 2001 (según el padre de Lourdes Flores, un auquénido de Harvard), contra Alan García en el 2006 (candidata de los ricos), hecho en el que es vinculada a Odebretch por un aspirante a colaborador eficaz. Asesoró al polémico Carlos Cataño entre el 2004 – 2009 y postuló a la Alcaldía de Lima en el 2010 (potoaudios) donde también es vinculada a Odebretch por el aspirante a colaborador eficaz. Se alió con Alan García para las elecciones del 2016. Hoy es la escudera jurídica de Keiko Fujimori y la avala en su intento de tomar el poder.

Lo que demuestra el periplo de Lourdes Flores es el común proceder del típico político peruano, que usa el derecho como herramienta para sus intereses y que es capaz de mudar sus convicciones para tomar el poder. Este prototipo de abogado no tiene reparos, tampoco, en asesorar a quien le ponga un buen fajo de billetes sobre la mesa ni le hace ascos a usar el derecho como un instrumento de prepotencia y abuso.

Y es que, para Lourdes Flores y los de su calaña, el derecho siempre ha sido eso: un instrumento que utilizan los poderosos, los instruidos para torcer conciencias, comprar voluntades, modificar leyes. En suma: cabildear, negociar, complotar. Hoy, se ve en toda su magnificencia como se construye esa maquinaria legal, cómo ese modo de ejercer el derecho inventa historias, cambia el sentido de las palabras y acomete, presiona,  jode: con el fin de lograr su cometido.

Sin embargo, una a una, las vergonzantes leguleyadas de estos lumpen del derecho han caído: las impugnaciones, las nulidades, el intento de pedir el padrón electoral.

Pero hoy esta caterva de abogados exige —como si existiera el sustento jurídico que respalde esto— una auditoría de la OEA.

Porque en el discurso avieso de Lourdes Flores —y los abogados de su calaña— los votos del sur no existen, Keiko Fujimori es el símbolo de la patria y ella es la escudera de la decencia y la democracia. Cree que, después de 200 años, todavía puede seguir agarrando de cholitos a los peruanos.

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