Opinión

El Congreso: bono y el manual del pendejo

Lee la columna de Roberto Ramírez Manchego

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Si el Perú fuera un organismo, el Congreso sería su parásito: come, se desarrolla y se enriquece a su costa. Y no hay que ser la madre Teresa de Calcuta para comprender que cobrar más de 43 mil soles mensuales en diciembre, casi 43 veces el sueldo mínimo, es inmoral.

El Perú va en caída libre, recesión corrupción, miseria, descalabro, son el pan de cada día. Pero los congresistas, como es tradición y costumbre, viven en una realidad paralela, con ellos no es la cuestión, ellos sienten que están en Narnia: un mundo ilusorio donde todo es posible. Quizás tengan razón, porque ese es el único lugar donde los animales hablan, las bestias abundan y la magia es común. Y es que sólo desde la magia o desde la pendejada se le puede sacar más de 43 mil soles a un erario totalmente empobrecido.

Aquí no hay izquierda ni derecha. El dinero es la única ideología, la única razón de ser, ya las monedas han hermanado cualquier tipo de contradicciones. Los herederos de Marx y los herederos de Adam Smith se dan la mano, se abrazan, toman café, hacen planes de viaje. Pero, en realidad, no son bolcheviques ni socialistas, ni mucho menos comunistas. Tampoco son liberales ni derechistas. Todo es una farsa, una patraña para incautos, para socialistas utópicos, para derechistas y conservadores nostálgicos.

Atrás quedaron las confrontaciones, la lucha por el pueblo, los enemigos del estado, la necesidad de contar con alguna representación política; lo que hay es un pacto, un negociado, un acuerdo. El Congreso se mueve como un organismo autónomo, no quiere rendirle cuentas a nadie. No hay deliberación, ponderaciones sobre el bien común, llamados a la reflexión, contacto con la realidad peruana.

Hay que ser sinceros, lo que existe en el hemiciclo es un disfraz de derecha y un disfraz de izquierda; quienes se colocan esos trajes los eligen de acuerdo a la ventaja en obtener su cuota de poder: por eso mismo, cuando el clima es adverso, cuando la posición es conveniente, se recurre al transfuguismo, que es tradición en nuestro país.

Ni a la izquierda le importa el pueblo, ni a la derecha le importa el pueblo y el pueblo, pobre, pobre, vota por ellos. La política, transmutada en negocio lo quiere todo, ni siquiera hace contorsiones morales para explicar sus arbitrarias decisiones. No les interesa, tampoco parece relevante hacerlo, porque es evidente que este cargo es netamente crematístico.

Quizás la diferencia, entre estos congresos de las últimas décadas, con los del siglo pasado, sea la conchudez y el alpinchismo. No importa si el 90% los desaprueba, no importa si sus decisiones contravienen el sentir ciudadano. En una sociedad que se mueve, mayoritariamente, bajo la lógica de la pendejada, es natural que sus representantes actúen en consecuencia. Si ellos no lo hacen, otros lo harán.

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