Dirigida por el chileno Pablo Larraín, quien además escribió el guion junto a Guillermo Calderón , «El conde» acaba de ser estrenada en Netflix, luego de cosechar el premio al mejor guion original en el festival de cine de Venecia. En esta cinta, Pinochet está cansado de que la población, manipulada por el socialismo y la prensa enemiga del desarrollo, insulte su importancia histórica, su legado de prosperidad y su memoria. Ha muerto y ha sido velado y enterrado con todos los honores militares y presidenciales, pero es un vampiro y los vampiros no mueren. Malvive entonces, retirado en una zona fría y lejana del sur, siempre atrapado en un Chile mezquino en sus recuerdos, esperando la llegada de sus hijos hambrientos de la herencia que el padre robó y escondió, y que ahora les pertenece por derecho pues «él nunca les enseñó a trabajar».
«El conde» es una sátira brillante e inteligente sobre la imagen sanguinaria del dictador chileno. No se va con discursos panfletarios ni facilistas —como suele suceder con no pocos cineastas— si no que utiliza la ficción y el sarcasmo para dibujar la imagen más oscura, cínica y violenta de un hombre que llegó al poder al mando de un ejército poderoso y descontrolado. En esta ficción, cansado de que mancillen su nombre y cansado también de beber sangre obrera sudamericana —densa, desabrida y sin cuerpo— decide morir ya para siempre, y para eso se vale de una monja exorcista de la cual se enamora. Pero el amor, ahhh, el amor, es la fuerza que aleja la muerte del deseo. «Ella quiere quitarle el diablo del cuerpo, mi Señor», le dicen a Pinochet. A lo que él responde: «Es inútil: yo no tengo nada adentro».
La música es impecable, lo mismo que la fotografía y los efectos especiales en una cinta en blanco y negro llena de giros inesperados. El origen del mal, su desarrollo, su apogeo y su caída cierra con un mensaje implícito: el mal nunca muere, sólo se toma un tiempo de descanso para fortalecerse y regresar, siempre al poder y desde el poder. ¿Veremos alguna vez una producción tan inteligente en el Perú, que cuestione desde la ficción alguno de los capítulos más terribles de nuestra historia? ¿Que maneje tan bien el equilibrio entre la música y las acciones, que muestre la oscuridad con inteligencia? Quién sabe. Quizá Cachín nos dé la sorpresa.
Está en Netflix. Recomendada.