He leído con atención la decisión judicial que concede a Keiko Fujimori el privilegio de dejar la prisión para disfrutar una libertad con algunas restricciones. No se le ha ordenado un arresto domiciliario como correspondería a quien condujo una organización criminal bajo la fachada de agrupación política.
Con el fallo a su favor y con la foto que la procesada ha hecho circular tomándose la prueba de descarte de COVID-19, los peruanos hemos tenido, otra vez, el espectáculo del cinismo, entendido según el diccionario como la “actuación con falsedad o desvergüenza descaradas”.
Los jueces que han fallado a su favor tienen el mismo estilo que la procesada Fujimori: ejercen un rotundo cinismo. En una parte de la resolución judicial admiten la existencia de los delitos de lavado de activos y obstrucción de la justicia, sin embargo, ordenan su salida de prisión con un insólito argumento que traduzco para no ponerlo en lenguaje judicial: si la procesada continúa presa no se garantiza que siga amenazando o contactando a testigos y cómplices para obstruir la justicia, en cambio si se la envía a su casa con la advertencia de que volverá a prisión si se porta mal, se logrará que la comparecencia restrictiva tenga mejores resultados que la prisión preventiva.
Significa que para los vocales que le concedieron el privilegio, Fujimori hacía lo que quería desde el penal; en cambio, ahora, estando en su casa bajo amenaza de que si hace algo indebido vuelve tras las rejas, entonces se portará mejor que una niña recibiendo clases virtuales.
No es un disparate de dudoso humor, es un fallo judicial y los autores del (costoso) disparate se apellidan Torre Muñoz, Carcausto Calla y Medina Salas e integran la Segunda Sala Penal de Apelaciones en Crimen Organizado. Oficialmente su condición es de jueces; en los hechos son escribidores de resoluciones judiciales a favor de oscuros personajes como Keiko Sofía Fujimori.
El siguiente acto estuvo a cargo de la beneficiada. Si alguno pensó que esta vez por razones de pandemia no habría show, se equivocó. Uno de los rasgos del cinismo es la necesidad de la exhibición. Si el descaro no se exhibe carece de sentido.
Entonces, Keiko Fujimori pidió el servicio de despistaje de Coronavirus a un laboratorio privado y difundió la fotografía en el absoluto mundo de las redes sociales.
¿Por qué publicó una fotografía tomada al interior de su casa? ¿Ha descubierto que una foto protege del Coronavirus? ¿Quiso informar que el dinero que le entregó a escondidas Dionisio Romero Paoletti, lo está gastando en la prueba de Coronavirus y eso prueba que no es lavado de dinero? ¿Quiso demostrar que está dispuesta a someterse a toda investigación incluyendo la de Covid-19, para demostrar su inocencia? No.
Lo suyo fue un mensaje coherente con el estilo del fujimorismo: desafiar a los ciudadanos; mostrar con arrogancia la impunidad. Es la esencia de una organización criminal: desafiar, mostrar que pueden. Lo hacían los espantajos que fueron congresistas; lo hace la jefa.
Nadie se enoje en las filas naranjas por el calificativo de organización criminal. El concepto ha sido, al fin, admitido y refrendado por un alto mando: Luz Salgado al escribir un categórico mensaje vía twitter con esta pregunta: «¿Keiko es la única delincuente?» Apliquemos, pues, el viejo aforismo judicial: A confesión de parte, relevo de prueba.