A pesar de nacer en Nueva York un 7 de febrero de 1923, Armando Robles Godoy, amó el Perú. Fue hijo de Carmela Godoy y de Daniel Alomía Robles, destacado compositor y musicólogo huanuqueño. A la edad de 10 años llegó a Lima. Estudió en la Universidad San Marcos, y a fines de los años cuarenta decide vivir en la selva peruana. En 1964 Robles Godoy filma Ganarás el pan, y luego los premiados largometrajes En la selva no hay estrellas (1967), La muralla verde (1970) y Espejismo (1972).
Pensé escribir una carta a quienes están interesados en el cine y no saben mucho de Armando Robles Godoy…
No en términos de ‘deuda’, pero sí de agradecimiento, de sincera y perdurable admiración para con este hombre… pero escribir sobre Armando Robles Godoy es aún, para mí, bajo esta luz, un asunto exótico.
¿Qué luz? -O qué oscuridad-. Quiero decir: el cineasta más importante que hemos tenido, el cineasta peruano más decisivo para la modernidad y la renovación de nuestra cinematografía… el cineasta peruano que más ha influenciado en quienes han producido cambios (ya sé: si hay tal cosa como ‘nuestra cinematografía’): ¿tiene que ser presentado a públicos algo más amplios… como si fuese un desconocido? Chocante, molesto, patético, pero real.
Entre nosotros su figura pública, por bastante tiempo, en décadas pasadas, hablando de sexo provocadora y divertidamente -en especial con su amigo y hombre igualmente destacado, Marco Aurelio Denegri- es algo por lo que muchos le estaremos agradecidos siempre, y es algo que mucha gente recuerda aún hoy.
Tú, joven cineasta del futuro, o joven cinéfilo, o simple curioso, tal vez no. Allí, con gran naturalidad, y un poquito de teatralidad, daba cuenta de rasgos esenciales de su expansiva personalidad y de su amplia y versátil mentalidad.
Robles Godoy en la filmación de Sonata soledad.
Para una sociedad tan reprimida, escuchar a Robles y a Denegri haciendo ping-pong con nuestros cerebros era maravillosamente liberador. Era un regalo de los dioses… escuchar a estos tipos prendiendo fuego a las salas de las casas de miles y miles de familias, como verdaderos educadores subversivos, de más jóvenes generaciones, en la libertad y la gloria del placer. Pero, el mensaje de Robles, esa apuesta por la liberación de mandatos represivos, en la vida y en el cine ¿ha sido escuchado?
Más que escribir un perfil (la competencia contra el buscador google está de antemano perdida) hay preguntas que urgen: ¿qué hace que Robles haya marcado la diferencia en el cine peruano? ¿Por qué hablo de él y no de otro compatriota cineasta? ¿Qué cualidades suyas hacen que lo prefiera a los demás? Uno puede saber que ganó premios importantes, uno puede saber que creó un taller de cine legendario, uno puede saber que es muy querido y recordado, uno puede saber todo eso y más, pero yo lo resumiría, en esencia, en una actitud.
…Pues un poco lo que hacía hablando de sexo lo hacía también hablando de cine, y haciendo cine. La respuesta entonces es de lo más fácil que te puedas imaginar… pero igual sorprende: a este hombre le interesaba el cine. ¿Y a los demás no? Este hombre trató de hacer cine. ¿Y los demás no? Parece una formulación tan sencilla… La precisaré. Robles se ocupó más que ningún otro cineasta peruano de usar los recursos del cine, casi de tematizar esos recursos. Porque ¿el tema del cine no puede ser el propio cine, es decir, su ‘lenguaje’?
No tengo ningún problema en admitir el envejecimiento (mayor o menor, según el caso) de sus películas. El excesivo dramatismo (ya melodramatismo y fatalismo) de La muralla verde. Esos tintes de ‘western en la jungla’ o de pequeña “Avaricia” de En la selva no hay estrellas (por citar dos casos). Pero hay un gusto, una voluptuosidad que nunca olvido. Hay toques de maestría. Hay delicias de montaje… De los planos y del tiempo… En mi caso me olvido de casi todo (ya, es un decir) y apunto a la construcción misma. O sea, a casi nada: a lo que hace que una película sea un película.
Foto: Andina.
Noto que ‘en el fondo’ —vaya expresión— no hay nada. Ya sé que es una manera fuerte de decirlo pero me gusta decirlo así y además no es tan inexacto.
En La muralla verde la utopía queda en nada; en La selva no hay estrellas, la búsqueda de la riqueza queda en nada. Por eso, entonces, la forma es ‘todo’. Ya que cualquier cosa es ilusión…
Claro, lo que sí existía en este caso era el cine, el placer constructivo, estético, formal, del cine, el resto propendía al vacío. O no había solución, sino solo disolución…
Estas simples ideas no fueron expresadas por la crítica de su tiempo. Frente a los aburridos realistas, al pretencioso realismo ingenuo, al realismo que agarra de pretexto lo social para legitimar su pereza mental… y su oportunismo… y su falta de espíritu explorador…
Pero en una obra como Espejismo (mi favorita de Robles) la potencia de la imagen es el tema. El tratamiento teatral o literario ahoga el tema en tantas, en demasiadas películas, sin confianza en el alucinante poder de la imagen… el propio Robles no es una excepción a esto pero para cualquiera que examine aunque sea rápidamente sus películas, y en especial Espejismo, quedará claro que el juego con la forma, la investigación del lenguaje específico del cine es algo que le interesa de manera ponderosa y que está siempre presente.
Como crítico de cine por más de veinte años, y ahora, que empiezo a hacer mis propias películas, ahora, más que nunca, van estas frágiles palabras mías para reconocer al hombre que nos hizo sentir que un peruano podia elevarse, en cine, más allá de la mediocridad, la cobardía y la rutina. Con frecuencia he dicho que a mucha gente de cine aquí parece que el cine no le interesa… pero el cine es más de lo que todos piensan, y Robles era alguien que lo sabía. Sus películas están en youtube, así que… ¿qué esperas?
(Texto publicado en la revista impresa Lima Gris 14)