Política
El chat de Salhuana: La mentira oficial y el silencio del presidente del Congreso
Tras la revelación de un chat donde Eduardo Salhuana califica de “prensa basura” a un medio televisivo, el silencio del presidente del Congreso y la reacción oficial abren un nuevo capítulo de manipulación y desprecio por la verdad.
En una época donde la política se juega más en la esfera virtual que en la real, donde los hilos del poder se mueven por chats y no por discursos en el hemiciclo, el presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, ha decidido envolverse en el más antiguo de los disfraces: el silencio. Un silencio que no niega, pero tampoco se atreve a confirmar.
Ayer, publicamos un chat de WhatsApp donde Salhuana califica como “prensa basura” al programa dominical Punto Final. La frase, lanzada con liviandad y sin remordimiento, fue enviada el lunes 14 durante una conversación con Dante Seminario, un conocido consultor en gestión gubernamental, figura cercana al aparato parlamentario. El número de teléfono desde el cual se emitió el mensaje —inicia en 997 y termina en 145— corresponde al celular que Salhuana utiliza desde hace años y que diversos actores políticos y periodistas reconocen como suyo.
La publicación desató una veloz reacción del equipo de Comunicaciones del Congreso. Desde sus redes oficiales —esa maquinaria siempre presta a maquillar, distorsionar o negar— se apresuraron a calificar el chat como “falso”. Sin una sola prueba. Sin un solo desmentido personal de Salhuana. Sin siquiera el atrevimiento de una duda metódica. ¿Desde cuándo la verdad se decreta por redes sociales?
Publicación del Congreso de la República.
La respuesta institucional no solo carece de sustento, sino que revela un patrón inquietante: el desprecio por la prensa crítica, el uso político de las plataformas oficiales del Estado y, lo más grave, la manipulación descarada de la opinión pública. Porque mientras se lanza un comunicado negando la veracidad de un chat, el protagonista de ese mensaje guarda un silencio sepulcral. Ni un tuit, ni un comunicado, ni una palabra ha salido de los labios o dedos de Salhuana. La llamada de este medio —que buscaba, como corresponde, recoger su versión— no fue respondida. Y ese silencio, en política, tiene nombre: confirmación tácita.
No se trata aquí solo de una frase desafortunada. Se trata del reflejo de una mentalidad autoritaria que late bajo las formas democráticas, de esa incomodidad visceral que el poder siente cuando la prensa cumple su labor fiscalizadora. Llamar “prensa basura” a un medio que investiga, denuncia y pregunta, es una confesión más que una ofensa.
El Congreso —institución que debería ser el templo de la deliberación pública— no puede ser convertido en una agencia de propaganda. El equipo de comunicaciones del Parlamento no está al servicio de la reputación de sus autoridades, sino del derecho de los ciudadanos a estar informados. Y si desde esa trinchera se lanza una mentira para proteger al presidente del Congreso, lo que está en juego no es solo una anécdota más de arrogancia, sino la credibilidad de una institución entera.
El mensaje fue escrito. El número es verificable. La conversación existió. Salhuana calla. Y el Congreso miente.
No se puede maquillar la verdad con notas de prensa. La historia reciente del país ha demostrado que las pantallas de poder se desmoronan más pronto que tarde, y que la prensa —esa misma que hoy es vilipendiada— siempre encuentra el camino para que la verdad emerja, aunque venga herida y embarrada.
La pregunta, ahora, no es si el chat es verdadero. Eso ya quedó claro. La pregunta es por qué Salhuana piensa que puede insultar a la prensa impunemente. Y la respuesta —aunque él no lo sepa— no vendrá desde el silencio, sino desde la misma prensa que él pretendió callar.