Hace unos días, dos jueces que cumplieron con su trabajo, emitieron un fallo señalando que el dirigente sindical Pedro Huilca Tecse fue victimado por Sendero Luminoso y no por el Grupo Colina como se encargaron de difundir los caviares y la izquierda.
En lugar de hacerse cargo de su responsabilidad, reclaman diciendo: “Cómo es posible que absuelvan a Fujimori, Montesinos, Martín Rivas y al Grupo Colina”. Están absueltos porque lo afirmado por sus acusadores fue mentira y toda mentira, tarde o temprano, se derrumba.
El hecho real fue que el día 18 de diciembre de 1992, fue asesinado, en la puerta de su domicilio, el dirigente sindical Pedro Huilca Tecse. Los autores del crimen fueron los integrantes del Destacamento Zona Norte de Sendero Luminoso. Lo asesinaron porque Huilca, para la banda terrorista, era un “revisionista”. Para Abimael Guzmán, un revisionista era aquel que pensaba distinto a él, máximo estandarte del marxismo, leninismo, maoísmo, pensamiento Gonzalo, y debía ser condenado a muerte.
¿Cómo se probó la autoría del asesinato de Huilca? La primera prueba fue contundente: Sendero Luminoso proclamó en su vocero oficial, El Diario, que asesinó al sindicalista Huilca por ser “un traidor revisionista vende obreros” y señalaron que “la ejecución fue realizada por un contingente del Ejército Popular de Liberación del Partido Comunista del Perú, que jefatura el Presidente Gonzalo”.
La segunda fuente sólida fue la investigación de los competentes policías de la Dirección Nacional Contra el Terrorismo. En el Atestado Nº 008-DI-DINCOTE están todos los detalles. Baste citar que lograron determinar, en base a capturas, que en el asesinato de Huilca actuaron seis senderistas perfectamente identificados. Asimismo, años después, el cabecilla senderista Oscar Ramírez Durand, camarada Feliciano, manifestó que “Abimael Guzmán dijo que Huilca odiaba a los senderistas que participaban en las marchas de Construcción Civil y que ese tipo se había convertido en un enemigo del pueblo, del proletariado, en un vende obreros”.
Y un punto importante: en el citado atestado policial, consta que Martha Flores Gutiérrez, viuda de la víctima, identificó a uno de los senderistas capturados y su hija Flor de María manifestó que entre los agresores “estaba parada una mujer con el arma en la mano, era joven de unos 30 años, de tez cobriza”. Accionar característico de Sendero Luminoso que utilizaba mujeres para el tiro de gracia y es una prueba de que el crimen no lo cometió el Grupo Colina porque en sus acciones nunca participó una mujer.
Cinco años más tarde, en 1997, en el afán de hacer oposición al gobierno de Alberto Fujimori, reapareció un individuo llamado Rodolfo Robles Espinoza, un general cuya vil historia se resume así: fue parte de la cúpula militar que aprobó las acciones del Grupo Colina en la universidad La Cantuta —asesinato de nueve estudiantes y un profesor—. Significa que Robles debería estar en la cárcel, pero lo salvó un hecho: como no lo designaron jefe de la Segunda Región Militar, decidió traicionar a sus pares y mandó a su esposa a revelar la existencia del grupo militar clandestino mientras él fugaba a la Argentina.
Los caviares elevaron a un traidor y cobarde a la categoría de (falso) héroe y este sujeto, en 1997, convenció a la viuda de Huilca para que cambie su versión y atribuya el crimen al Grupo Colina. La viuda llevó su mentira al extremo de sostener una enorme falsedad: que había reconocido, el día del crimen, al Mayor EP Santiago Martín Rivas, como uno de los que abatió a su marido. No le importó que ya existía en el atestado policial su propio testimonio identificando a uno de los criminales senderistas.
Después vino la fiesta toledista y la familia Huilca recibió 250 mil dólares como indemnización fijada por la CIDH y aceptada por Alejandro Toledo y su corte. Desde entonces, los caviares y la izquierda impusieron, con su periodismo de activistas, esa mentira como si fuera una verdad. Ahora, tras un largo proceso, la falsedad quedó al descubierto.
Al ver a la ex congresista Indira Huilca en una exhibición de cinismo, pues, insiste en la mentira y anuncia, por supuesto, que no devolverá el dinero, he recordado aquella antigua referencia sobre las hordas de bárbaros: “Más allá de donde alcanza el poder de Roma está el mundo caótico, desordenado y tiránico de los bárbaros». En los últimos veinte años, la izquierda y los caviares han sido los bárbaros de este país encargados de una de las tareas más canallas que puedan existir: reescribir, tergiversar, falsear la Historia.
Para atreverse a reescribir la Historia se necesita un espíritu inundado de mezquindades, pasiones, rencores y una enorme ausencia de cultura. Como en el tropel de caviares hay muchos que se dicen cultos, es necesario precisar que leer no significa, necesariamente, tener cultura. La cultura significa entender, reflexionar y procesar lo que se lee. Por lo tanto, nadie que tenga un poco de cultura se atrevería a tergiversar la Historia por una razón: le daría vergüenza ejercer una práctica de bárbaros.
Alterar hechos y desfigurar episodios que forman parte del registro histórico de un país, es un acto de barbarie porque se impide entender cabalmente lo que ocurrió en el pasado para corregir errores en el el futuro y, además, se daña el registro histórico de un país. Eso es lo que hicieron los caviares en las últimas dos décadas con el agravante de que añadieron la violencia del agravio y los insultos a quienes decíamos que no era cierto lo que decían.
La verdad, aunque demore, siempre se impone y eso es lo que empieza a ocurrir. Las armas que usaron están desacreditadas. Son muchos los ejemplos. Hagamos referencia apenas a tres: su Comisión de la Verdad, que quisieron imponer como una Biblia, está sepultada; su portal IDL-Reporteros es un enmohecido archivo de infundios y adulteraciones; los informes de sus programas periodísticos son un compendio de falsedades disfrazadas de información.
En los meses y años siguientes, la verdad seguirá asomando y el griterío caviar ya no podrá imponer su barbarie.