Opinión

El caótico Perú, un modelo para el desastre en Latinoamérica

Lee la columna de Hans Herrera Núñez.

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Una historia de odio, deslealtad y caos, eso es Perú en los últimos cuatro años. Pasamos de la subversión constitucional del ex presidente Castillo a una situación de mayor incertidumbre mientras las protestas en las provincias estallan en forma de bloqueo de carreteras. Entre tanto la prensa internacional se pregunta ¿Qué demonios está pasando en Perú?

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Después de 495 días en el poder, Castillo cayó. Quedó claro desde antes de su juramentación como presidente del país andino, que Castillo no la tendría fácil. Para ser honestos el Congreso y en especial la derecha peruana no le dio cuartel ni un solo mes de los 16 que gobernó.

Fueron 16 meses de desastre. Su gobierno tenía el tinte de una izquierda conservadora que ni siquiera convenció a los derechistas más afines al movimiento pro familia. Desde el comienzo la derecha liberal y conservadora tuvo una actitud confrontacional dando muestras groseras de poder, con el único fin de tirarse a un gobierno débil como era el de Castillo.

16 meses, 5 gobiernos y 78 ministros distintos. Solo el ministro de comercio duró casi desde el principio. La cartera de interior cambió hasta 7 veces de titular. La ausencia de proyecto (¿te suena Boric?) fue la característica de este gobierno. Pero sobre todo el bloqueo de parte del Congreso.

Un auto knock out

Por otra parte, la actitud poco honesta del presidente y su entorno dejaba poco margen de cariño a un presidente acorralado como él. Su mujer, cuñada y dos sobrinos están bajo investigación del Ministerio Público. Su gobierno ha sido una auténtica tortura para él, su familia y su país. Tal vez eso explique cómo su gobierno arrinconado a las cuerdas de otra moción de vacancia (ya perdí la cuenta) lo llevara a hacerse un suicidio político tan patético como su intento de golpe. Un autogolpe que resultó un auto knock out.

Lo que triunfó el miércoles no fue la democracia sino la política de una guerra sin cuartel de parte del Congreso.

Nunca ningún presidente fue tan atacado por un Congreso. Nunca. Sin embargo, hay que reconocer que su intento de golpe no fue por la gobernabilidad sino un vulgar intento de mantenerse en el poder y dejar atrás las acusaciones de la fiscalía que le pisaban los pies. El mismo Tribunal Constitucional declaró de intento de golpe de Estado lo hecho por Castillo el miércoles.

Detenido por el tráfico del centro de Lima en un intento de alcanzar la embajada de México para buscar una salida diplomática en forma de exilio, se volvió en la mofa en redes. Detenido como un narcotraficante. Con ametralladoras apuntándole. En serio, bastaba con un revolver de juguete para detenerlo, no más. Nunca la figura del presidente de la República había caído tan bajo. Este es un golpe a la imagen institucional irreparable, y precisamente en una república de tradición francesa como la nuestra, que no es una democracia parlamentaria sino una democracia presidencial. La soberanía recae en la figura no de ese abstracto que es el pueblo sino en el símbolo, se supone fuerte, que ha de ser el presidente.

Perú, una tentación para la derecha internacional en el tablero Geopolítico

Perú es un mal ejemplo para latam. El fracaso del proyecto de izquierda en Perú marca un peligroso precedente regional. Si bien nadie sabe qué va a pasar, en términos continentales, fácticamente Perú ya no es un país de izquierda. Y el tablero se mueve y podría estimular movimientos más avezados cómo en Brasil, donde ya se conspira abiertamente para impedir la asunción al mando de Lula. Perú podría contagiar la inestabilidad a una región ya de por sí polarizada. La tentación para una derecha cada vez más radicalizada es enorme. Y si bien muchos proponen el pragmatismo, hay que recordar que el pragmatismo funciona en teoría. En la práctica y con la polarización que se tiene ahora, es difícil que las cosas salgan bien para el poder de turno.

2022 que pudo haber acabado como la consagración del poder de la izquierda rosa en latam, al ganar Colombia y Brasil, ahora deja un sabor de peligrosa incertidumbre. Solo un día antes de la debacle de Castillo, la ex presidente de Argentina, Cristina Fernández, fue condenada a seis años de prisión. Una reforma electoral en México de parte de AMLO fue bloqueada por el senado. Y todo hace parecer ver qué la derecha más pinochetista intentará imitar el modelo peruano para ahogar a un Boric cada vez más errático, el cual tampoco tiene, como Castillo, un camino claro de gobierno después de su derrota en el plebiscito constitucional.

Es seguro que emerja en 2023 un nuevo eje en el sistema de gobiernos de LATAM.

Entre tanto, ejecutivos más débiles en relación a la fragmentación de las bancadas en los congresos podrían ser garantía en el continente de mayor incertidumbre y caos que se traduzca en violencia política.

En Perú la figura de incapacidad moral en el impeachment marca un peligroso y tentador precedente político.  Cabe recordar que Vizcarra y PPK caen sin Investigación judicial previa.

Racismo peruano

Veámonos a las caras, somos aindiados. Pero nos detestamos sin perdón. Una de las razones de rechazo a Castillo fue su obvio origen rural. Si bien la izquierda más liberal lo dibujo en un primer momento como el éxito de la Reforma Agraria (el documental La revolución y la tierra, es un ejemplo de preparación de camino desde el ámbito cultural progresista), como el campesino que llega al poder, de inmediato esa misma izquierda lo abandonó a su suerte.

El rechazo a Castillo recuerda mucho del rechazo a Toledo entre 2001 y 2006. Pero Toledo aguantó, y obviamente, pues era un gobierno liberal.

Si en la bonita vecindad de Latinoamérica AMLO es Godínez, Castillo fue el Chavo del 8. Un Chavo que daba pena. Beto Ortiz desde su exilio mexicano declaraba como la familia del ex presidente salía de palacio así: “hemos visto la imagen [de su familia] tratando de sacar algunas petacas, algunos atados y bolsas de mercado”. La insinuación es obvia. Si ya antes se burlaban de su sombrero (en verdad ¿tanto molestaba un sombrero?), el miércoles fue una celebración a la caída de un hombre. La detención de una persona es asunto suyo, pero por Dios, somos católicos, parece que a nadie le importa lo que puedan sentir su familia. Yo no soy bueno, pero hasta yo con mi corazón negro de pirata pensé en sus hijos y en sus padres.

Lo del miércoles no fue el triunfo de la democracia sino de nuestro odio hacia nosotros mismos. Definitivamente Castillo no era un hombre lo suficientemente competente para ser malvado, como sospecho podrían ser Antauro o ese pesado de Cerrón, daba hasta lástima verlo leyendo su mensaje temblando. Un hombre que ni sabía leer. Si, Castillo es el hijo de la Reforma Agraria. Una Reforma inconclusa, una revolución a medias, una peruanada de revolución. Es un hombre que es profesor y no sabe leer, un hombre elegido de chiripa presidente y que nunca estuvo listo. Un cholo, un indio al fin al cabo. Paco Yunque de la política. Y como Paco Yunque abusaban de él, lo manipulaban y volvían abusar de él. Ahora el juguete roto tirado a la basura por la izquierda cobarde. Y la derecha regodeada en su crapulencia. Puedo sentir empatía por lo que está pasando la familia del expresidente/dictador (elige tú la etiqueta que prefieras) Castillo, tuve parientes presos políticos (no se habla, no se dice) y yo mismo de niño fui exiliado a un país que si conocía los DD.HH. Mi madre trabajaba en una pastelería doce horas al día. Y se por ella que mil veces es mejor tu país que ser invitado en casa ajena. Un extranjero siempre es una visita incómoda. “Mejor profesional pobre en tu país, que lavaplatos en París o Madrid”, me decía mi mamá, “para eso no se educa a los hijos, para lavaplatos y camareros, no”.

Pedro Castillo y el presidente de México Andrés Manuel López Obrador.

Provengo de una buena familia de la sierra. Pobre, pero buena. Y a mí Castillo no me caía mal. Como buenos mistis nunca lo estimamos a la altura de soberano de una nación. Pero de ahí a tenerle un odio personal como toda la clase media y toda la derecha peruana le tiene, eso jamás lo pude entender. Hay unos odios que en este país no se pueden entender. Hay unos complejos del peruano, que ni yo. Este país necesita urgentemente ir a terapia o confesarse con un cura.

Entretanto en Perú la supuesta paz se ha convertido rápidamente en protestas en provincias, bloqueo de carreteras y gas lacrimógeno en la Plaza San Martín. La primera mujer presidente del Perú, ¿cuánto demorará en convertirse en el nuevo chivo expiatorio del Congreso? La chalhuanquina ha pedido diálogo a los zorros hambrientos. Y estos afilan sus dientes en un espejo.

Un gobierno que no puede aprobar nada, que estimo será el de la presidente, no es Gobierno. Nuestra primera presidente mujer temo acabe siendo apedreada políticamente. La misoginia la huelo a kilómetros.

Por su parte el congreso actual tiene el tablero a su favor. Interpreta la constitución con una ley hecha a medida. Simplemente el gobierno, el que sea, no se podrá defender. No hay contrapesos, así de simple. Todo gobierno futuro está condenado al fracaso. Y este es el modelo peruano que Latinoamérica podría comprar. 

Un dato, los gringos de la agencia Ficht están revisando nuestra calificación. Ahora mismo la han pasado de estable a negativa.

La otrora locomotora de Sudamérica que era Perú, (y sí que lo fuimos) ya no lo es. Perú cada vez está peor. Menos mal tenemos a Chile que está recontra peor.

Cómo dijo el cura de mi pueblo: hay una luz al final del túnel y es un tren que viene hacia nosotros.

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