La destreza de un narrador se observa en capacidad de poder concatenar diferentes voces, asir lenguajes y entender las diversas estructuras de la materia literaria. Una construcción literaria es también una destrucción y experimentación de las formas. Lo que hace de la novela un proyecto en perpetuo devenir es esa construcción: siempre posible, nunca finiquitada. Si bien los realistas dominaron el siglo XIX, fue en el siglo XX cuando explosionaron las innovaciones novelística. Joyce, Faulkner o, más recientemente, Thomas Pynchon son claves para entender que la novela no muere, sino se regenera y enriquece.
El autor de El arco iris de la gravedad (1973) se impone con su diversidad de estilos, esos toques de artesano que maneja un abanico de lenguajes (psicológico, científico, militar, literario, etc) con una estructura que nos asfixia y exige. Esta novela -premiada con el National Book Award (1974), que el autor rechazó- es una de las propuestas novelísticas más experimentales de los últimos tiempos. El mismo título nos determina a una forma alquímica de observar la literatura: unir arco iris y gravedad dan un efecto poderoso. ¿Ciencia y poesía o solo una metáfora sangrienta? Sin embargo, el tema de la novela, si es que claro hay alguno, es la guerra. Ambientada en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, se palpa la violencia de aquellos días. Así, busca experimentar con nuevas armas y misiles, sabiendo que «la verdadera guerra es un festejo de los mercados» (pág.112). Todos son arrasados por la gravedad del fenómeno de la violencia; y surgen como una constelación bien singularizada. La violencia es una extensión de la política, si, pero también prueba de lo irracional de lo pretendidamente racional de la modernidad.
Versos rilkeanos, fórmulas matemáticas, monólogos, diálogos, narraciones diversas flotan como amalgama de colores, en una prosa densa, en el sentido joyceano de querer captar toda la realidad; ese fenómeno que atañe a , las comunidades de ciencia y sus experimentos, la vida militar y sus miserias. La sexualidad y el poder se presentan en claves jocosas, como en el caso del teniente Slothrop. Hay conspiración y paranoia. Pynchon nada en el delirio del insomnio, aquellas oscuras epifanías de hiper lucidez. En sus más de 700 páginas, cuestiona lo que entendemos por «sueño americano». Esta es una novela desquiciada.
(Columna publicada en Diario UNO)