El aprismo cuya refulgencia inicial fue sostenida hasta por Mariátegui —cuya ruptura definitiva se dio a partir del lanzamiento de la candidatura de Haya en 1930, hecho que rompió la estructura abierta de frente que tenía hasta ese momento la bien denominada Alianza Popular Revolucionaria Americana— ha degenerado tanto que, en este momento, muy pocas personas de bien podrían llamarse apristas ante el cataclismo ético que representa la figura de Alan García Pérez y sus triunfantes secuaces en el reciente Congreso Nacional Aprista.
Muchos comediantes de las redes sociales han escrito que el temblor de ayer se debió al estremecimiento de Haya en su tumba pero no, no fue El Viejo sino los miles de mártires que durante el curso del Siglo XX dejó este otrora gran partido que pronto olvidó todas aquellas jornadas de sacrificio para entregarse al exceso criminal y corrupto de la mafia alanista.
Haber congregado a tantos grandes individuos en sus filas, inclusive o sobre todo, sus disidentes, haber luchado tantas décadas en la clandestinidad y haber entregado tantos militantes al martirio para acabar en la actual letrina que representa el aprismo regido por García Pérez sólo puede denominarse tragedia.
Si esto le ha pasado al APRA, no puede esperarse un mejor futuro para organizaciones de menor valía como todas las actuales. Por ello, el APRA es una muestra perfecta de nuestras tragedias nacionales, la más grande tragedia de todas.
P.S:
Luego de haber sido elegido presidente del PAP en medio de las típicas irregularidades, Alan declinó su presidencia partidaria. Creer que eso lo alejará del poder sería ser un ingenuo. El tipo todavía tiene reflejos y ha dado, aparentemente, un paso al costado sólo porque se ha hecho adicto a las redes sociales y ha visto el repudio de la mayoría de internautas aunque no tengan nada que ver con el aprismo.