Opinión

El amor del poeta

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Por Edwin Sarmiento

Hernán Flores es un poeta, un periodista, es sociólogo de profesión, maestro universitario y es mi amigo. Él recibió, hace poco, un merecido de poetas e intelectuales piuranos como él, por su obra que es prolífica, en el local de la Casa Cultural Trenzar en Lima, donde su hija Alondra es una de las principales animadoras. Fue un acto muy emotivo, como era previsible, en los ambientes de uno de los pocos locales de la Lima antigua, con la solemnidad y belleza para los que fue construido, allá por el siglo XIX, posiblemente.

El poeta fue objeto de loas y reconocimientos verbales de sus amigos. Todos tenían razón. Estaban en lo justo y los adjetivos nunca mejor empleados. Él pertenece a la generación del 70, pero se mantuvo, hasta hoy, en una prudencial distancia del resto de poetas y creadores de su tiempo. Orilló las cercanías del oficio poético, alternando su producción poética con la militancia en el Partido Comunista y su vocación, además, de sociólogo que le permitió dedicarse a la investigación científica, disciplina que lo llevó como docente, por las aulas de muchas universidades del país, echando anclas en la Universidad San Ignacio de Loyola.

Los temas de la muerte, la soledad, el amor y el olvido son recurrentes en sus muchos libros de poesía. Todos ellos escritos cual fina filigrana de artesanos de la palabra. También hay desesperanza, a ratos, y escepticismo por la vida, en otros. Así transita la intimidad del poeta. En esta parte de mi personal homenaje, tomaré las palabras del poeta Juan Cristóbal, quien, al presentar el tercer libro de poemas de Hernán, “Ebriedad de ser”, dice: “El amor es un tema que cruza, desesperadamente, todo el libro. Y no podía ser de otra forma. El amor es presencia y olvido. Pasión confabulada en su locura. Amasijo en ella misma. Por lo tanto, ebriedad inexorable del ser”.

Los recuerdos más fecundos, emocionalmente más fraternos que guardo de Hernán fue de la gloriosa época de la década del 70 y, sobre todo, de cuando publica “Alejandra entre los huertos” que marcó parte de mi existencia, por su fuerza poética tan singular para tratar el amor en toda su plenitud. ¿Qué me queda? Sumarme al homenaje, aunque un poco tardío que el poeta sabrá comprender Felicitaciones gran poeta y amigo. (Él camina siempre de gorrito o sombrero de ala corta).

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