Tras la victoria argentina en la final de 1978, la alegría estalló en las gradas del Monumental. La gente mostraba su felicidad por la victoria conseguida. En ese momento no pensaban en el contexto político, ni en represión, ni en desapariciones, ni en los asesinatos. En ese momento todos los argentinos estaban unidos por la felicidad, que en esta ocasión llegaba a través del fútbol.
Entre los fotógrafos que inmortalizaron la alegría de los jugadores en la cancha estaba Ricardo Osvaldo Alfieri, que trabajaba para la publicación Gráfico. Así, de repente, el flash de su cámara se dispara y capta una imagen que pasará a la historia. Un hombre sin brazos corre hacia el portero Fillol y el defensa Tarantini que están de rodillas y abrazados. Lógicamente no los puede abrazar, pero esa escena, por sí misma, representaba el abrazo de todo un pueblo con su selección. Un abrazo sin extremidades, pero en ese momento era lo de menos. No era un abrazo físico. Era un abrazo emocional. El abrazo del alma.
“Los vi a los jugadores, al Pato Fillol y a Tarantini, ahí tan cerca… Se fundieron en un abrazo, por lo que debí frenarme. Las mangas de mi buzo se fueron hacia adelante, cuando Ricardo Alfieri disparó su cámara. Parece que nos abrazáramos juntos”, contaría D´Aquila años después. Había perdido sus brazos durante su infancia, en un accidente con un poste eléctrico en San Francisco Solano, donde vivía.
–¿Cómo lograba entrar?
–Por alambres rotos o porque conocía a gente del control o algún fotógrafo. En Boca miraba el partido desde el banco de suplentes, con el Toto Lorenzo. Una vez salté desde el palco viejo. Cuando terminaba el partido, pin y adentro. En Racing tenía dos metros de fosa pero me ayudaba la altura.
–¿Cómo saltó a la cancha en la final del Mundial?
–Ese día no encontré a la persona con la que había arreglado e intenté ingresar como discapacitado, pero me dijeron que estaba lleno. Me fui a la platea que está sobre Figueroa Alcorta y un conocido me hizo entrar. Y ahí me fui bien abajo y me senté, entonces se me prendió la lamparita.
–¿A cuánto estaba del campo?
–Tendría unos dos metros, algo más. Pero era muy joven, pesaba 50 kilos y tenía un buen estado. Cuando vi que el referí levantó la mano, pasé los pies, flexioné y ¡tac! caí paradito. Pero seguían jugando, habían adicionado minutos. Entonces caminé despacito y me puse al lado del palo de Fillol. Y cuando tocó pito el juez salí corriendo en busca de alguien a quien abrazar. En un momento, Tarantini se arrodilló como rezándole a Dios. Fillol hizo lo mismo y se abrazaron. Justo llegué yo. Me frené y las mangas se fueron para adelante. Y ahí Alfieri sacó la foto. Yo la tengo dedicada por él.