Ser artista es jugar, jugar, jugar escribió Jorge Eduardo Eielson en uno de sus poemas más sentidos; y tal vez, en clave poética, trazó aquella misión de toda su vida: transformar la realidad en posibilidad; crear escenarios donde el juego, en su estado más salvaje, se manifieste.
Hoy, 13 de abril, se cumplen 100 años desde su nacimiento y es interesante analizar cómo se impuso su verbo en nuestra cultura, en la opinión de muchos entendidos y en el suministro de adrenalina de lectores que simplemente se topan con versos como: Ser artista (…) Es desafiar a la razón/A la época/A la muerte.
Así, entramos a ese mundo ceñido por obras como La noche oscura del cuerpo, donde repasa a la poesía del Siglo de Oro; o, a sus primeros poemarios (Reinos), donde trabaja la poesía de largo aliento, en diferentes recursos estéticos. Sin embargo, su búsqueda lo llevará a experimentar diversas texturas. Y probar con lenguajes como los nudos o el color. En sociedades fenicias, el poeta reserva en su fuero interno un cierto clima de ternura, la humanidad última, con su furor y su miseria.
Es Eielson uno de los poetas más tiernos y (siguiendo la senda ya trazada por Vallejo y luego continuada por Juan Gonzalo Rose) enciende su voz con un decir en gárgara, en la boca del sentimiento, de frente, de perfil, como arrojando más vísceras que mente, más corazón que cerebro. Eielson intuye que no hay salida en el lenguaje: después de expresar la palabra, queda ese gran vacío. Entonces, desde Italia, pone manos a la obra con los nudos, luego monta instalaciones.
Años después, vuelve al Perú con un performance: una mujer disfrazada con mantas, con la idea de representar a una ola. Cuerpo de agua que anda y se expande por la capital. También sabemos que quiso, como último deseo, que sus restos se arrojen en la luna. Nunca sucedió. Sin embargo, sus restos, (es decir, su arte, su sentimiento) sí que llegaron la luna y el corazón de miles de lectores. Que estos cien años de nacimiento sirvan para recuperar la dimensión más concreta y humana de nuestro poeta.
(Columna publicada en Diario UNO)