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Dos poetas en pantalla

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César Calvo.

En la programación de ayer, miércoles 8 de abril, del Festival de Cine Peruano de París, coincidieron dos documentales sobre poetas: César Calvo visto por Nora d’Izcue en «Responso para un abrazo» y Jorge Eduardo Eielson visto por Patricia Pereira en «Eielson des-nudo».

El primero, bien realizado y bastante interesante, recorre la vida del poeta de «Ausencia y retardos» a través de fotos y otros documentos, textos suyos y testimonios diversos. Entre estos últimos el que más destaca es el de la madre de Calvo, ya que sin él el documental perdería gran parte de su encanto y emoción. El de Arturo Corcuera aporta una mirada que se quiere distanciada y algo crítica sobre la agitada vida del poeta, pero otras intervenciones, muchas de ellas, convierten el documental en una hagiografía.

Alguien dice que Calvo era mago y curandero y sanaba las enfermedades milagrosamente, otros lo pintan como un extraordinario revolucionario y una especie de hipnotizador de masas y aún otros destacan admirados su calidad de eterno seductor de mujeres. Alguien por ahí menciona el «lado oscuro» del poeta pero eso la realizadora lo ha censurado, al parecer a pedido de la familia. Calvo era cocainómano y eso nadie lo dice en el filme. A la realizadora tampoco se le ocurrió entrevistar a otras mujeres ligadas sentimentalmente con Calvo para que dieran quizás un punto de vista diferente sobre el eterno seductor.

Finalmente, el documental de Nora d’Izcue va en el sentido del mito y abunda en todo lo que éste conlleva de mentira. Pese a todo eso, repito, es un documental que se puede ver con tanto interés como placer. Otra cosa es «Eielson des-nudo»: un filme que solo vale porque contiene las últimas imágenes en vida del grandísimo poeta y artista plástico. Por lo demás está mal fotografiado, mal editado y, lo que es peor, pésimamente conducido por Patricia Pereira, quien aparece como una «cineasta» improvisada. Para terminar la noche de ayer en el Festival de Cine Peruano de París se proyectó «Microbus», un mamarracho «realizado» por un joven llamado Alejandro Small cuya capacidad cinematográfica es tan pequeña como su apellido. Ha querido jugar a ser el Larry Clarck peruano pero lo que ha hecho en verdad es un bodrio en el que no manifiesta ni pizca de inventividad, los diálogos son, creo, los peores que escuchado en una película en toda mi vida.

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