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Dos pequeñas historias de soledad y abandono

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Carlos se quiso suicidar, pero no pudo. Se lo impidieron los cables que amortiguaron su caída y la vereda de tierra blanda . “No lo toquen, no lo toquen, gritó su mujer desde el balcón, está contaminado” deteniendo a los vecinos que se acercaron a su cuerpo inmóvil. Así permaneció media hora, inerte, ante la mirada de quienes ya lo daban por muerto. Pero Carlos se levantó, y en silencio, el de todos, volvió a entrar en su casa. La ambulancia llegó diez minutos después, pero no quiso que el médico lo revisara, ni siquiera que lo viera.”llevenseló, nos va a matar a todos” gritan desde un edificio cercano. Carlos está vivo, lleva el virus en el cuerpo, y ahora todos lo saben. Un drama sin final, de una ciudad desnuda.


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Juan tiene 45 años, es el chofer de la ambulancia que llegó a atender a Carlos, hace ocho años que trabaja en SAMU, el sistema de atención móvil de urgencia del Ministerio de Salud (Minsa), no está en planilla, no tiene derecho a CTS, tiene dos hijos, uno de ocho otro de nueve que todas las mañanas le piden llorando y a aferrados a él que no salga. Sesenta soles por jornada es su salario. “hay mas muertos, mucho mas de lo que dicen, el otro día entré en Tacora y me contó un policía que solo en una cuadra habían ocho”.

Mil setecientos soles es lo que recibe al mes, en días donde está atendiendo mas de doce emergencias diarias. Juan ha gastado en el último mes en trajes protectores a sesenta y cinco soles (seis) mascarillas a quince, (mas de veinte) y las botas de treinta y ocho, casi mil soles.

Y no solo él, todos los implementos de seguridad son comprados por los mismos funcionarios. En el colmo de la desídia les dieron protectores faciales hechos con botellas.
Los setecientos que restan lo usa para mantener a su familia y a sus padres que no han recibido ningún bono.

Es considerado administrativo, pero en los hechos es un enfermero mas, “la enfermera no carga, lo hago yo, estoy en contacto directo con los contagiados. ” me cuenta.

“Esa mascarilla que está usando no sirve para nada, le tose un portador del virus a tres metros y lo contagia”le dice de un sopetón al policía que completa la escena, quien retrocede un paso por instinto.
“Ah, y sume la alimentación, tampoco me dan comida, agrega Juan y se sube a la ambulancia.

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