El Museo de Arte de Lima (MALI) está presentando, en estos meses, dos exposiciones: Un cuerpo ambulante. Sergio Zevallos en el grupo Chaclacayo (1982- 1994)[1] y Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina.
No sorprende que la década de los ochenta vuelva acaparar la atención de uno de los principales centros de difusión artística en nuestro país. Tampoco, que tal atención se focalice en la producción de lo que, para fines prácticos, llamaremos artecomprometido[2]. Ante la proliferación de muestras de arte de este tipo que viene dándose hace ya algunos años, se ha tenido la impresión, al modo de sentido común o conocimiento a priori, que en la sociedad limeña de este periodo reinaba un gran espíritu crítico. Algo que contradice la aplastante bibliografía que nos muestra, más bien, una Lima indiferente, desinteresada y timorata ante los hechos de violencia que se desataban en el interior del país ¿se trata de discursos enfrentados? No.
Si nos detenemos a leer los textos de curaduría, las entrevistas realizadas a los protagonistas o los escritos que abordan el tema, nos daremos cuenta que se tiene muy en claro el lugar que ocupaba el arte comprometido: lejos, muy lejos, del mainstream de la época. Me interesa saber por qué instituciones, como el MALI, se sienten atraídos por un arte marginal. Se me ocurren tres razones, que pueden ser también razones para visitar la muestra.
La primera tiene que ver con la definición misma de obra de arte. En los ochenta y un poco esto explica su marginación, se manejaba un concepto bastante conservador del arte en general. La obra tenía que cumplir con una serie de requisitos antes de otorgarle la categoría de arte. Elementos como lo efímero, lo seriado, lo caótico, la no belleza o el uso de material no convencional como la basura, hacían que el arte comprometido quede excluido del circuito oficial del arte. Ahora, en cambio, tratamos con un concepto abierto, que más que justificar (o avalar), permiten el ingreso de estas obras a las salas de exposición.
Las otras dos razones están en su trascendencia histórica. Los hechos de esta década se han reconstruido en base a la prensa escrita, entrevistas a víctimas y victimarios, y por allí una que otra fotografía que más de las veces se usaron como mera ilustración. Sin embargo, las obras producidas en este periodo registran testimonios que merecen especial atención ¿Qué puede explicar mejor la configuración política de la izquierda peruana (y sus derrotas), que la serie Mitomuerto del Taller NN? ¿Qué puede explicar mejor la ambigüedad del discurso católico, que la serie dedicada a la santa Limeña del grupo Chaclacayo?
Por otro lado, y esta es la tercera razón, estas obras son imprescindibles para entender la génesis del arte contemporáneo en nuestro país. La plástica en los años ochenta, es un arte que hace uso de medios artísticos contemporáneos, filtrados a fines de los setentas, para defender un discurso moderno- vanguardista.
Por estas tres razones y, muy posiblemente, otras que este planteamiento apresurado, sintético y torpe ha descuidado, considero que es importante visitar estas dos muestras. Considérenlo también.
Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina, se presenta en el Museo de Arte de Lima del 23 de noviembre al 23 de febrero del 2014.
Un cuerpo ambulante. Sergio Zevallos en el Grupo Chaclacayo (1982-1994) se presenta en el Museo de Arte de Lima, del 16 de noviembre al 23 de marzo del 2014, y en el Centro Cultural de España hasta el 19 de enero del 2014.
[1] Parte de esta exposición organizada por el Museo Reina Sofía de España se presenta también en las salas del Centro cultural España (Ccelima).
[2] Tengo mis reservas con el uso de esta categoría, puesto que incluiría a grupos como el Movimiento de Artistas Populares (MAP) que por obvias razones no tienen ninguna participación en la escena cultural de nuestra capital. Sin embargo, me permite hablar de colectivos como Chaclacayo o el Movimiento de Arte Realista (MAR) de la escuela de Bellas Artes, que a menudo quedan excluidos con la categoría Contracultural o Subterráneo.