Por Tino Santander Joo
Los podridos de la izquierda y la derecha se disputan el control de la Junta Nacional de Justicia (organismo que nombra jueces y fiscales); la fiscalía se desangra en una guerra en la que todos los fiscales se acusan mutuamente de corruptos; la policía no tiene rumbo y esta subordinada a intereses políticos. Los podridos del congreso, del ejecutivo, del poder judicial, de las regiones y municipios tienen privilegios en sueldos, aguinaldos y regalos que ofende a millones de peruanos.
Los expresidentes traidores y ladrones que se coludieron con Odebrecht, que regalaron el gas a precios viles; que corrompieron el estado y lo sometieron a intereses privados para que la salud y la educación no funcionen y millones de peruanos busquen el sector privado como única alternativa. Los canallas que han hecho del estado un botín para hacer pingues negociados con el agua, la luz, y la telefonía son los que han convertido en una farsa burocrática los organismos reguladores (Opsitel, Osinerming, SBS, Sunnas).
Los medios de comunicación son el escenario de la guerra de los podridos; en sus pantallas, en sus radios e infames diarios se dan falsas batallas por la “democracia” que encubren intereses partidarios y la impunidad que buscan para sus latrocinios. Los medios de comunicación tradicional están sometidos al oligopolio de los bancos que controlan la economía nacional.
Los peruanos somos testigos de cómo Fujimori traicionó al Perú, convirtiéndose en candidato al senado japonés para eludir la justicia; luego es indultado vilmente por PPK, que canjeó los votos de la bancada fujimorista para no ser vacado por corrupto. Ollanta, Toledo, Castillo, Villarán, Keiko, Vladimir Cerrón, y los niños de Acción Popular, son caimanes del mismo pozo.
Nada detendrá la ira y la sed de venganza del pueblo que en silencio mira con odio como un grupo de podridos destruye el Perú. Millones se preguntan ¿dónde están los culpables? Están en los medios de comunicación, hablando sandeces y cazando fantasmas al margen de la realidad.
Los analistas políticos hablan del mercado, de las nuevas figuras de la política que sale de los partidos de los podridos y ven con terror a Antauro Humala, el facho cobrizo que cada vez que se fuma un porro de marihuana amenaza con fusilar a los expresidentes empezando con su hermano.
Los podridos tienen miedo y no saben que hacer para sostener un sistema que se cae a pedazos por su incompetencia política y gerencial. No tiene justificación el fracaso de Porky envuelto en su lodazal de promesas e ineptitud política. Los podridos alucinan que los peruanos los tomamos en cuenta, que los respetamos. No saben que millones de ciudadanos quieren apedrearlos, escupirlos, porque simbolizan privilegios, robo, miseria y culpabilidad de las enormes carencias de la inmensa mayoría.
¡Salvemos al Perú! Es la consigna del movimiento popular que se organiza lentamente, debatiendo diversas plataformas regionales y sociales. La revolución social es imprescindible para que la minería este al servicio de la agricultura, la salud, y la educación. Sin revolución social no hay seguridad ciudadana; tampoco el poder judicial podrá autoreformarse sin injerencia política. Sin revolución social no tendremos libertad económica, ni desarrollo de la pequeña industria, ni democratizaremos el crédito. No hay otro camino que la revolución social para aplacar el odio y la sed de venganza del pueblo.