Domingo de Ramos presenta hoy su Obra Poética Completa editada por el Fondo Editorial del Congreso de La República. Un merecido homenaje a uno de los poetas más importantes de nuestra actualidad.
La poesía de Domingo de Ramos irrumpió en los años ochenta con un registro heterogéneo y tumultuoso, afín al clima que el terrorismo y el desbande de las utopías instauraron en la década. In-sufrido fuego. Poesía reunida (1988-2011) se abre con su primer libro, Arquitectura del espanto, y abarca sus ocho obras restantes, con la inclusión final de una sección de textos inéditos. Acompañan el trabajo estudios críticos de José Antonio Mazzotti, Gonzalo Portocarrero, Víctor Vich, Luis Fernando Chueca, Riccardo Badini y Ulla D. Berg. El título es el más reciente del Fondo Editorial del Congreso.
In-sufrido fuego. Poesía reunida (1988-2011) de Domingo de Ramos será presentado hoy miércoles 28 de mayo en el hemiciclo Raúl Porras Barrenechea (7 de la noche). Comentarán el libro Gonzalo Portocarrero y Víctor Vich.
Existe acuerdo en que la obra de Domingo de Ramos —singularmente Pastor de perros (1993)— refleja, desde un horizonte popular, una modernidad desequilibrada debido a la concurrencia del levantamiento armado y la corrosión social atada a la adopción plena de la economía de libre mercado. Los estudios críticos presentes en In-sufrido fuego reconocen la validez de dicho consenso, en cuyo espectro desarrollan sus apreciaciones.
Gonzalo Portocarrero, con su propuesta de la “opción subte”, enfatiza el nihilismo vinculado al abuso de las drogas duras y, en general, la adhesión a las prácticas marginales. La violencia subversiva y, en el otro extremo, el desmantelamiento de las plataformas reivindicativas no habrían dejado otra alternativa a los jóvenes que pueblan, alucinados y exánimes, los poemas de Domingo de Ramos. Subsiste para el poeta, pese a todo, un resquicio de luz proveniente del propio ejercicio de la escritura como puente de enlace con una verdad original, uterina, resonante para todos.
Luis Fernando Chueca recupera la categoría de “discurso esquizoide”, inaugurada por Mazzotti, para escrutar Pastor de perros. Con ella llama la atención sobre la forma en que De Ramos incorpora a sus textos, sin rozar el testimonio o el documento, la profunda fractura registrada en la sociedad peruana como consecuencia de la violencia política y, en no menor medida, la violencia económica. El discurso esquizoide se teñirá de dislocaciones de todo tipo —narrativa disgregada, confusión de niveles, atentados morfológicos, mestizajes léxicos, balbuceo sintáctico—, reminiscentes del trastorno propiamente fantasmagórico en que se ven inmersas las relaciones de los sujetos sociales en el contexto de la crisis. Chueca es asimismo lo suficientemente lúcido para advertir en la turbulencia social la aparición de nuevos flujos, cruces y campos de interacción. Y ve a Domingo de Ramos escenificándolos en sus poemas, a través de sus propios prismas deformantes, pero sin pretender articularlos de modo que puedan portar representaciones de una emergente sensibilidad política.
Precisamente Víctor Vich se ocupa del modo en que la obra de Domingo de Ramos desautoriza las construcciones elaboradas por las ciencias sociales en torno al sujeto popular, o “subalterno”, en la medida que lo erigen como un agente de cambio. Lejos de ello, el subalterno aparece reñido con la idea de fundación. Opaco para los discursos oficiales, habita, según Vich, un limbo donde, si permanece sin representación, tampoco se muestra interesado en producir lo nuevo; sí así ocurriera, de todos modos su palabra persistiría como un residuo inasimilable, incapaz de hacerse legible entre las imágenes hegemónicas. La definición de subalternidad de Vich, en que se filtra un matiz trascendental, parece lo suficientemente flexible para albergar a todos aquellos que padecen los efectos alienantes del poder. De Ramos, en ese caso, abandonaría una posición particular de clase, convertido llanamente en una voz universal herida, que ha interiorizado la demencia consustancial al modelo de producción intensiva.
Mazzotti es responsable de una observación también señalada por Vich, la de la ubicación ambivalente de De Ramos frente a la poesía letrada, que sus textos atienden a la vez que niegan. Se abre, así, una interesante vía para abordar su obra a contramano, por el lado de sus huellas clásicas. Un análisis de ese tipo tendría que investigar sus relaciones con las leyes de la representación y establecer, sobre todo a partir de Pastor de perros, en qué grado es posible identificar en medio de la exuberancia de sus poemas la presencia de un sujeto soberano, bajo cuya consistencia se ordenan las diversas partes, o la vinculación de las imágenes con un único concepto de base, ligado a la presencia de una historia central perteneciente al tiempo lleno de la conciencia.