Opinión

Dirigiendo el barco del Poder Legislativo

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Por: Abrahám Vera

Capitanear un barco carcomido por la gusanera que devora las centenarias cuadernas de una nave en plena tormenta, no es cosa fácil. Y más cuando la tripulación no viene precedida de las mejores referencias, en medio de una borrasca en la que se van a pique la mayoría de embarcaciones que están alrededor. Sin embargo, Alejandro Soto, el capitán de turno del Congreso de la República, parece haberlo logrado, ad portas de arribar a  buen puerto en la travesía política  de un año que acaba en julio.

Soto llegó al cargo precedido de buenas credenciales: Hasta junio de 2023, se registraba su participación en 426 proyectos de ley y resoluciones legislativas, habiendo sido vocero de la bancada de APP.

No obstante ello, apenas asumió la Presidencia, tuvo que hacer frente a la arremetida de algunos medios de comunicación, acostumbrados a no dejar títere con cabeza en este aquelarre político en el que estamos inmersos desde hace años.

Recordemos, además, que ninguno de los que lo presidió en el cargo llegó a consolidar su liderazgo y establecer el principio de autoridad necesario para gobernar a esta suerte de medusa, cuya cabellera la representan esos 130 congresistas que se articulan con autonomía y sin estar sujetos a mandato imperativo desde sus curules en el Parlamento, cada uno con una agenda política propia.

En estos casi nueve meses de gestión, Alejandro Soto ha logrado encaminar al Parlamento, uniendo a los 130 parlamentarios hacia objetivos comunes y posibles, fortaleciendo la institucionalidad del Legislativo, evitando enfrentamientos innecesarios con el Ejecutivo, haciendo respetar su fuero y la sede congresal, todo lo cual se evidencia en la más importante reforma constitucional de los últimos treinta años (la bicameralidad), además de cien leyes promulgadas con criterio descentralista, encaminadas a fortalecer la labor del Estado en sectores como Salud, Educación, Transportes, etc.

El respaldo ciudadano se evidencia, por ejemplo, en la aprobación al retiro de hasta 4 UIT de los fondos de las AFPs que, con criterio salomónico, logra un justo medio entre las pretensiones maximalistas de algunos parlamentarios (que proponían un retiro total de los fondos), y las minimalistas de las AFPs (que propugnaban el archivamiento de esa propuesta).

Mención aparte merece su silenciosa labor apoyando a sectores sindicales, fungiendo de mediador en la sombra y posibilitando reuniones con el Ejecutivo a fin de lograr acuerdos y evitar mayor turbulencia social en el país.

Lamentablemente, el haber logrado mantener a flote y con rumbo cierto a la bicentenaria carabela del Congreso en medio de esta tormenta perfecta que es la política peruana, es el tipo de proezas que los peruanos no solemos reconocer en su debido momento, pecando de una consuetudinaria mezquindad política que nos aqueja desde los inicios de la República.

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