El gobierno de la presidente Dina Ercila Boluarte Zegarra, inició su segundo año con una alta desaprobación (85%, Datum). No solo la recesión económica es el síntoma más claro de su negativa administración, también es de conocimiento público su nulo plan en el sector cultural, el cual carece de políticas públicas y de un liderazgo desde el propio Ministerio de Cultura. El resultado de esta infamia es que desde hace décadas no se puede construir las bases para una verdadera industria cultural, y solo de manera interesada se ha privilegiado a pequeños grupos financiando sus actividades culturales a cambio de su silencio cómplice. Por eso, los que reciben dinero del MINCUL, jamás critican al gobierno. Es decir, su sentido crítico lo han convertido en una mercancía. Y así muchos de ellos se hacen llamar “artistas”.
Pero este distanciamiento con la cultura, se viene reflejando más en el actual gobierno. El intento por eliminar el CIRA, no solo es una canallada contra la historia y memoria de nuestro país, también es un atentado cultural que busca petardear los cimientos de nuestra Nación. Otro desastre de la gestión del MINCUL, es la privatización de la venta de boletos a Machu Picchu, con lo cual se benefició directamente a la empresa Joinnus de Credicorp.
Dos acciones promovidas desde el despacho de la ministra Leslie Urteaga, que actualmente han generado una crisis en la ciudad imperial. A esto se suma, que, hasta el día de hoy, el gobierno de Dina Boluarte tampoco ha podido inaugurar el Museo Nacional del Perú, un elefante blanco que costó casi 600 millones de soles. Y si se trata de infraestructura cultural, qué decir de las graves observaciones técnicas que se han hecho al impresentable proyecto de construcción del Archivo General de la Nación y la absurda negativa del MINCUL de no escuchar la propuesta alternativa que se le hace desde la sociedad civil.
Sabemos que la presidente Dina Boluarte es una gran ignorante en temas culturales, y esto se refleja en su gabinete. Dina se ha rodeado de gente con carencia cultural. Ninguno de sus ministros son intelectuales, ninguno de ellos puede sostener una conversación sobre teatro, literatura, danza, cine, música o artes plásticas; y eso es porque jamás han cultivado la sensibilidad que se necesita para conocer y entender su importancia.
Frente a esta realidad, tenemos también a Alberto Otárola, un premier que ha demostrado que le tiene alergia a la cultura, pero muy bien se entretiene dando trabajo a sus amigas voluptuosas.
Dina y sus ministros necesitan un jalón de orejas, por el momento la mandataria en Ayacucho, ya recibió un jalón de cabello. Esperemos que eso sea suficiente.
(Columna publicada en Diario UNO)