Sin duda alguna el domingo primero de octubre marcó un antes y un después en la relación entre Cataluña y el estado español. Ya nada volverá a ser igual. La semana había transcurrido bajo un ambiente de tensa calma debido al envio hacia Cataluña de 10.000 agentes de los cuerpos de seguridad del estado y a la presión ejercida para que los Mossos d’ Esquadra (Policía Autonómica de Cataluña) hagan parte del dispositivo policial organizado para impedir el referéndum.
La vida en la ciudad condal seguía su curso indolente, la gente iba a trabajar, los trenes del metro circulaban intensamente, los padres se acercaban a las guarderías a recoger a sus hijos y las hordas de turistas asaltaban el centro de la ciudad, creando una atmósfera ilusoria de eternas vacaciones. Aún así, el tema del referéndum animaba las discusiones en las calles insistentemente. Al salir a comprar el diario por las mañanas, encontraba al vendedor discutiendo con los vecinos y yo por lo general me adhería a la conversación.
La CUP (Candidatura de Unidad Popular) hizo un llamado a la desobediencia civil, dirigiéndose también a los Mossos d’Esquadra para que se posicionen del lado de la gente e incumplan las órdenes del coronel de la Guardia Civil designado por el gobierno de Rajoy para dirigir las operaciones policiales en Cataluña.
En los barrios de la ciudad casi no se encontraban afiches relacionados con el referéndum. Semanas antes la Guardia Civil había secuestrado gran cantidad de material publicitario en diferentes localidades. Sólo pequeñas hojas fotocopiadas por los vecinos emergían de los muros, llamando a votar el 1ero de octubre.
Las autoridades catalanas por su parte convocaron a los ciudadanos a acudir tranquilamente a votar; no se observaba en las calles rastro alguno ni de Guardia Civil ni de Policía Nacional, sólo Mossos d’Esquadra resguardando edificios públicos.
LA JUVENTUD DESBORDÓ LAS CALLES ALEGREMENTE
Entre el miércoles 27 y el jueves 28 de octubre la plaza Universidad se convirtió en uno de los puntos de información más importantes sobre el referéndum. El recinto universitario fue sede de discusiones y convocatorias, de afiches y dazibaos con inscripciones de nuevos sueños de transformación que me hizo recordar la iconografía del mayo del 68 francés. Los estudiantes secundarios y universitarios convocaron un paro bajo el lema « BUIDEM LES AULES Y OMPLIM ELS CARRERS » (vaciemos las aulas y llenemos las calles).
Si el miércoles la plaza Universidad fue también escenario de presentaciones musicales, el jueves una gigantesca manifestación de decenas de miles estudiantes desbordó las calles de la ciudad en apoyo al Referéndum.
Los bomberos con gran civismo se ofrecieron para dar seguridad a la manifestación, un gesto que fue largamente ovacionado. Muchos escolares denunciaron presiones para impedir que se adhieran al paro. Habían presentado por escrito una solicitud en el colegio con la autorización de sus padres pero desde el estado obtuvieron como respuesta sólo amedrentamientos, “advirtiéndonos quesi nosotros participábamos en el paro nos aplicarían responsabilidad como mayores e iríamos a prisión” Las adolescentes con las que conversé afirmaron entusiastas que nadie ni nada les impediría salir a la calles a defender su derecho a expresarse libremente.
LAS CALLES SERÁN SIEMPRE NUESTRAS
Era claro que en los próximos días sólo la desobediencia civil y el desborde ciudadano frenaría la violencia policial contra el referéndum. El sábado por la noche los lugares de votación se fueron llenando poco a poco de voluntarios, vecinos del barrio, jóvenes y adultos, dispuestos a dormir dentro de los locales o en los exteriores para protegerlos de una posible carga policial.
La situación era delicada ya que por la mañana se habían concentrado en la plaza Sant Jaume centenares de personas para expresar su rechazo al referéndum. Muchos de los presentes eran miembros o simpatizantes de grupos fascistas (falangistas, legionarios, Plataforma per Catalunya y extremistas católicos). La manifestación que también se organizó en otras ciudades del estado había sido convocada por la Fundación DENAES (Fundación para la Defensa de la Nación Española), grupo de extrema derecha subvencionada durante años por la Comunidad de Madrid en épocas de Esperanza Aguirre del Partido Popular.
La Plaza Sant Jaume devino en un espacio burdo y grotesco, parecido al de aquellas películas de propaganda franquista en blanco y negro; jóvenes y adultos profiriendo eslóganes de apoyo a la Guardia Civil y por la Unidad de España. En este patchwork atávico pude entrevistar a algunos agresivos y matonescos personajes que hacían presagiar el peor de los escenarios.
En la Escola de la Concepció, uno de los lugares de votación del barrio de l’Eixample todo se desarrollaba con normalidad. Las escuelas habían prolongado cursos y talleres durante el fin de semana para evitar el precintado de sus locales. Decenas de personas se acercaban tranquilamente y hacia las 5 de la madrugada del domingo 1ero de octubre las calles aledañas empezaron a llenarse de vecinos del barrio pues se temía la llegada de la Guardia Civil y el desalojo de la Escuela. Esto se repitió en la mayoría de locales en Cataluña.
A las 9 de la mañana se abrieron los centros de votación. Durante todo el día domingo los helicópteros del dispositivo policial volaban a baja altura mientras centenas de furgonetas de la Policía Nacional atravesaban raudamente las principales avenidas de la ciudad. Si las votaciones se realizaron con normalidad en la mayor parte de sedes, 319 de los 2300 locales habilitados para el referéndum fueron violentados por la Policía Nacional y la Guardia Civil, secuestrando las papeletas del referéndum y haciendo uso de una violencia indiscriminada contra los ciudadanos (as) que iban a votar. Pero ¿qué puede la represión del estado frente a un pueblo organizado, alegre en su civismo, emocionado en su memoria colectiva? Realmente poca cosa.
La jornada fue extenuante debido al peligro de una inminente intervención policial. Cerca de las 8 de la noche, antes de que se cerrara el día electoral en la Escola de la Concepció, cientos de personas cantaban y lanzaban eslóganes que se habían repetido durante estos días en cada manifestación. Uno de estos eslóganes reflejaba el poder real, el que reside en la férrea voluntad y determinación de un pueblo contra la agresión; y en defensa de su derecho a decidir sobre su futuro: “ELS CARRERS SERAN SEMPRE NOSTRES” (Las calles serán siempre nuestras). El desborde popular en Cataluña había triunfado una vez más.
EL DÍA DESPUÉS
En todos los medios de comunicación se anunció la victoria del SI a pesar de las cargas policiales. Días antes la CGT (Confederación General de Trabajadores) había convocado una huelga general para el día 3 de octubre, una huelga política de apoyo al referéndum que se transformó en una huelga contra el terror policial. Sin dejarse adormecer por la victoria, nuevamente las movilizaciones se revitalizaron a través de la ciudad hasta concentrar en plaza Universidad, según la Guardia Urbana, 700.000 personas.
El Rey Felipe VI dió un mensaje televisivo esa misma noche, relacionado con los acontecimientos en Cataluña. Si quedaban aún algunos ilusos que esperaban ver un mensaje conciliador, ofreciendo disculpas por la violencia indiscriminada de la Guardia Civil y Policía Nacional contra la población catalana, el relato no hizo sino convencer a los indecisos sobre la imposibilidad de reformar el régimen surgido en el año 78.
La declaración unilateral de independencia de Cataluña es cuestión de días.
Mañana domingo 8 de octubre nuevamente la extrema derecha se concentrará en Barcelona, esta vez convocada por Sociedad Civil Catalana, grupúsculo estrechamente vinculado a sectoras franquistas y falangistas; este acto tendrá como pregonero mayor al reaccionario escritor Mario Vargas Llosa quién días antes del referéndum incitaba al gobierno a actuar con “energía” en Cataluña, signo evidente de sus últimos estertores.
Evidentemente se tratará de concentrar el máximo de fuerzas venidas desde todo el estado español preparando las condiciones para mayores actos de violencia en Cataluña.
El pueblo catalán se encuentra frente a su futuro, lo tiene en manos y puede hacer de él un ejemplo para el mundo; una ardua tarea que deberá enfrentar aún muchas dificultades. Por ello, en los próximos días frente a una declaración de independencia unilateral de Cataluña es necesario alertar a la opinión pública frente a cualquier nuevo intento de violencia armada desde el estado español.