Opinión

Detractores de Ricardo Belmont no tienen argumentos y solo demuestran ignorancia o mala fe

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Por Rafael Romero

Los atacantes o seudo críticos del periodista Ricardo Belmont Cassinelli (RBC), le achacan repetitivamente la devolución de acciones del canal Red Bicolor de Comunicaciones SAA y al hacerlo solo demuestran una supina ignorancia y absoluta mala fe.

Las personas que proceden así, lanzando ataques sin fundamento, solo dan pena y vergüenza ajena, pues buscan vulgarmente descalificar a RBC con el manido tema de las “acciones” que ellos o sus supuestos familiares adquirieron como parte de la propuesta del accionariado difundido lanzada en 1986.

Esos críticos evidencian su chatura intelectual y su falta de argumentos pues no son personas que se hayan informado oportunamente o investigado adecuadamente el caso, recurriendo solo a muletillas, clisés y leyendas urbanas inventadas bajo el libreto fujimontesinista del SIN, hace treinta años, con el objetivo de evitar que un alcalde exitoso y reelecto democráticamente por la ciudad de Lima, como RBC, postule a la presidencia del Perú ya que de ganar entonces hubiera terminado malográndole la película y el negocio al dúo Fujimori-Montesinos en las elecciones presidenciales de 1995.

Porque sin fraude, como el que hubo en esas elecciones de dicho año, RBC le ganaba la presidencia de la República a Alberto Fujimori.  Precisamente, bajo ese contexto es que desde el SIN se buscó y organizó a tres o cuatro accionistas “errebecistas”, quienes cual Felipillo, o cual Judas Iscariote, se prestaron traidoramente para crear la leyenda negra o urbana de las “acciones”, y así con cartulinas, portátiles y la logística montesinista se presentaban frente a los medios de la prensa chica con el objetivo de lanzar improperios contra RBC, todo según el libreto de los psicosociales del SIN, aduciendo falsamente que habían sido “estafados”.

Hoy, esa clase de descalificaciones a través de las redes sociales, formulada por unos cuantos despistados, que en su mayoría son bots, hackers o troles contratados, solo constituyen mentiras y son improperios pedestres que se lanzan con el fin perverso de desprestigiar a RBC, y no tienen más argumentos que esos. Por eso solo producen hilaridad y pena, vergüenza ajena, al comprobar cómo puede haber gente tan ignorante y con tanta mala leche, ya que las “acciones” están ahí, intactas y al alcance de sus dueños o de sus herederos, pudiendo acudir al canal tomado a la fuerza por el hijo de Ricardo y su socio inquilino Butters.

De manera que más que doler o indignar a todo espartano, esa clase de ataques lo que nos produce es un deber moral y pedagógico para desasnar a los críticos y que les entre en la sesera la verdad de los hechos: nunca hubo estafa. Pero quienes repiten como loros esa clase de expresiones de “devuélveme la palta” son gente pobre de espíritu, evidenciándose que todavía falta mucho en el Perú por educar, por elevar el nivel intelectual y por saber debatir con verdad y fundamento. Y así no lo hacen los detractores de RBC.

Es decir, hacen mal algunos malos peruanos que actúan bajo el signo del odio, de su ignorancia supina o de su falta de atención, por lo que preocupa el saber que hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, todavía existe demasiada incultura y harta mala fe, pues la verdad más contundente sobre el caso de las acciones de RBC Televisión, es que nunca hubo estafa, nunca existió ningún engaño, y quienes aún siguen hablando de lo mismo son tontos útiles de la campaña de desprestigio iniciada desde el SIN de Montesinos hace tres décadas para robarle la elección al fundador del entonces Movimiento Cívico Obras, hoy llamado Partido Político Cívico Obras, ya que ponía en peligro la reelección de Fujimori, que usó al Ejército para pintar cerros con su nombre y dividió al JNE en tres partes, apareciendo el RENIEC y la ONPE, con el objetivo de concretar el fraude de 1995.

Así, el fujimontesinismo orquestó un plan siniestro para atacar a Ricardo y al Canal 11 y le dio pantalla a tres o cuatro malos “errebecistas”, felones, que resultaron incluso candidateando al Congreso por los partidos afines a la dictadura; y desde el SIN se les financió para que salieran en la prensa chicha con el cuento chino de la estafa de las acciones. No obstante, desde entonces, amén de 2,200 carpetas fiscales abiertas contra Ricardo, de decenas de procesos judiciales, de peritajes e informes bursátiles especializados, al final, después de 18 años, hacia el 2014, todo quedó absolutamente esclarecido y el Poder Judicial concluyó que nunca hubo estafa. Además, las acciones están ahí y a la mano de quien las quiera reclamar.

Otra cosa muy distinta, como ocurre en cualquier parte del mundo, es que las acciones produzcan utilidades, y eso depende de muchos factores. En el caso de nuestra patria, hubo un boicot para que la propuesta del accionariado difundido de RBC, lanzada entre 1985 y 1986, sea obstaculizada porque no le convenía al poder corruptor de turno ni a sus canales tradicionales de televisión que la misma tuviera éxito.

Así, el fujimontesinismo sumó sus ataques a los hechos de la hiperinflación y del terrorismo, factores que ya habían impedido que crezca el valor de las acciones de RBC Televisión, y procedió a ejecutar encima un plan de demolición mediante denuncias y protestas callejeras para desprestigiar al Canal 11 y a su fundador Ricardo, pero no solo eso sino que como estaba el fujimontesinismo unido a los dueños del poder, de consuno orquestaron con sus canales de TV que solían ir al SIN a recibir dinero, el bloqueo de la publicidad a RBC Televisión, porque el canal luchaba contra el poder corruptor, pues para los intereses de los cuatro o cinco canales de señal abierta, y para el fujimorismo, RBC Televisión era una piedra en el zapato ya que con su señal le abría los ojos a la gente.

Por eso da mucha pena comprobar la ignorancia de algunas gentes que hasta hoy reclaman por sus supuestas acciones, descontextualizando la hiperinflación, el terrorismo y el boicot desde el poder contra un medio de comunicación transparente como Canal 11. Además, ninguna empresa, ya sea una cervecera, automotriz o financiera puede hacer crecer sus acciones en la bolsa, si está sometida a un boicot desde el poder de turno, y eso es lo que pasó contra RBC Televisión y peor cuando el fujimontesinismo con sus canales que tenía arrodillados en el SIN, impidió que la publicidad llegara al Canal 11. Y sin publicidad ningún medio de comunicación puede sobrevivir.

Además, para vergüenza de los detractores y atacantes de RBC, mejor sería que se laven la boca con jabón antes de hablar de las acciones y que se informen mejor pues la propuesta del accionariado difundido pasó por todos los controles oficiales del Estado ya que se hizo con presencia de la CONASEV (hoy llamada SMV), de notarios, de la Bolsa de Valores de Lima (BVL) y del BCP. De modo que jamás hubo estafa, pero sí la valentía de Ricardo para resistir en pie ante la dictadura, pues cuando RBC lanzó la tesis del accionariado difundido el año 1986, en realidad hizo una propuesta patriótica, loable y revolucionaria, porque democratizaba las comunicaciones, y debería de ser premiada esa clase de propuestas ya que le da voz al pueblo.

Sin embargo, para el fujimontesinismo que le regalaba millones de dólares a los otros canales, no le convenia que triunfe la tesis del accionariado difundido, ya que se le acababa el negocio al poder mediático al transparentarse la información en el Perú y, además, Fujimori y los canales tradicionales que le eran adictos no querían competencia, por eso había que secar de recursos a RBC Televisión y sacarlo del aire, orquestando la negación de la publicidad, aumentando el cerco, la censura, el silenciamiento y la muerte civil que perdura hasta el presente contra RBC.

Si no se le hubieran amarrado los brazos y las piernas a Ricardo, en este momento el accionariado difundido sería una realidad y hasta serviría de modelo para otros países e industrias; pero esa clase de propuestas, que democratizan las comunicaciones, que le dan voz al pueblo, que empoderan al accionista, que le dan más independencia y libertad al ciudadano, dignidad y justicia, no le conviene al poder de turno, a los malos, a los codiciosos; y ese mal debía evitar por todos los medios que el accionariado difundido triunfe porque eso sería un buen ejemplo no solo en el Perú sino en toda América Latina.

Por eso invoco, exhorto y pido a los peruanos de buena voluntad para que les abran los ojos a los mediocres atacantes de Ricardo y les expliquen a esos ignorantes, si es posible con manzanitas, para que no vuelvan a cometer el error de hablar de acciones y de estafas, pues así solo demuestran su ignorancia y su poca información, por no decir mala fe. Es decir, deben documentarse mejor antes de tocar ese tema, de lo contrario seguirán haciendo el ridículo, y peor si no son troles, bots o hackers. Basta de odio entre peruanos, de violencia verbal que es la antesala de la “vis compulsiva” y basta de división entre peruanos porque el Partido Cívico Obras busca la fraternidad y la paz entre peruanos.

Después de casi dos décadas de juicios, orquestados desde los tiempos más crudos del montesinismo, uno a uno esos juicios se cayeron, venciendo Ricardo y la verdad, pues nunca hubo estafa, y lo digo con conocimiento de causa ya que tuve el honor de integrar el directorio de Red Bicolor de Comunicaciones SAA, y las acciones están ahí para quien las quiera, así sean sus herederos, y solo deben acudir al canal, ahora ubicado en San Isidro, el mismo que se le despojó a Ricardo papá y que hoy lo tienen su hijo Ricky y el socio-inquilino de este de apellido Butters Rivadeneyra.

De manera que un buen peruano, en espíritu y en verdad, bien nacido y que actúa de buena fe, no puede seguir hablando o repitiendo cojudeces, acerca de “devuélveme mi plata”, “devuélveme mis acciones” o dizque alguien fue “objeto de una estafa”. Eso es, absolutamente, falso a la luz de las resoluciones judiciales y de la historia.

Es más, si hubiera buena fe institucional esta es la hora en que la tesis de Ricardo Belmont, sobre el accionariado difundido, debería de ser premiada o promovida por las bondades que encierra en sí misma, para democratizar las inversiones, la propiedad y las comunicaciones. Igualmente, si hubiera transparencia en el país, esta es la hora en que Ricardo Belmont, por esa tesis de su accionariado difundido, sería reconocido con doctorados honoris causa entregados por alguna universidad de nuestra patria.

Pero la maldad es tan grande que hasta ahora al poder le interesa que Ricardo no tenga el Canal 11 y así sucede en el presente, pues siendo el accionista mayoritario y teniendo el derecho de propiedad de su lado, hoy no tiene al Canal 11 bajo su administración; y eso no es posible debido al poder oculto, a malos fiscales y mediocres funcionarios del INDECOPI, quienes demoran interesadamente poner las cosas en su sitio.

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