El 23 de agosto de 2016, Solsiret Rodríguez Aybar, estudiante de Sociología de la Universidad Federico Villarreal, desapareció de la casa donde vivía con su pareja, Brian Villanueva, y con sus dos hijos pequeños. En la misma casa vivía, además, la familia de su pareja. Sus padres la buscaron por todo Lima, salieron en televisión, tuvieron el apoyo de los noticieros radiales y de colectivos feministas que realizaban plantones exigiendo más interés de parte de las autoridades por este caso, que se suponía un feminicidio más. La búsqueda fue larga e infructuosa y no hubo comisaría ni hospital que no visitaran los padres buscando a su hija. Pero Solsiret Rodríguez nunca salió de aquella casa en el Callao. O al menos no salió completa.
Aquella noche del 23 de agosto de 2016, Solsiret tuvo una fuerte discusión con su concuñada, Andrea Aguirre, quien, al ser descubierta cuatro años después, confesó que la había matado de manera accidental y que, por temor a lo que pasaría, había llamado a su pareja, Kevin Villanueva (hermano de Brian Villanueva, gemelos), para que vieran juntos qué podían hacer. Entonces la descuartizaron. Andrea Aguirre se quedó con la cabeza de Solsiret, que mantuvo en un envase plástico, en el baño de la casa de sus padres. Una pierna seccionada en tres partes estaba en su ropero, las partes envueltas en periódicos. Los brazos, la otra pierna y el torso fueron enterrados en varios lugares del Cercado de Lima por su pareja, Kevin Villanueva.
Luego del espantoso crimen, la madre de Brian Villanueva, Yolanda Castillo, sabiendo del crimen cometido, cambió los muebles y el piso de la habitación donde su hijo y su nuera asesinaron y desmembraron a Solsiret. Brian Villanueva fue a la comisaría a denunciar a Solsiret por abandono de hogar y luego, como evidencia de que Solsiret seguía viva pero lejos de su hogar, mostró a la policía el registro telefónico de las supuestas llamadas que él recibía cada cierto tiempo, supuestamente de Solsiret. El celular de Solsiret lo tuvo siempre Andrea Aguirre.
Condenados ambos a una prisión preventiva que terminó el pasado 12 de mayo, los acusados de homicidio calificado (y probable feminicidio en una figura legal llena de vacíos a la fecha), saldrán libres esta semana por exceso de carcelería, en lo que se ha considerado una burla a la justicia y a los padres que, desde el momento en que apareció pare del cadáver de su hija, no ha cesado de exigir justicia en todos los medios de comunicación posibles. Y es esto último lo que ha llamado la atención: el día de hoy el padre de Solsiret denunció en los noticieros matutinos que han sido los mismos colegiados que ven el caso quienes le han advertido que se aleje de las cámaras y que no declare a la prensa porque “esa presión no va a influir en su decisión”. ¿A qué decisión se refieren? ¿A que quizá están considerando la posibilidad de declarar inocentes a dos asesinos confesos? ¿A eso se refieren los jueces?
Mientras tanto, la justicia, esa estatua cuyos ojos están cubiertos con una venda mientras sostiene una balanza, adquiere un nuevo significado. El de la vergüenza.