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Descanse en paz, maestro Galeano

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Escribe José Antonio Tejada Sandoval

 

El 13 de abril, meses antes de cumplir 75 años, murió en una clínica de Montevideo el escritor Eduardo Galeano. Antes de partir, dejó un libro que acaba de ser publicado, al que intituló Mujeres. Su obra se compone de crónicas, ensayos y novelas; también de textos que se resisten a ser encorsetados por fórmulas clasificatorias.

«Pensé que conocía unas cuantas historias buenas para contar a los demás, y descubrí, o confirmé, que escribir era lo mío. (…) Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido». Se trata de un pasaje de su celebrada obra Días y noches de amor y de guerra, y en él Galeano recrea el momento en que decide asumir plenamente su compromiso con la escritura.

Su actividad de creación comenzó cuando aún era un adolescente, con la publicación de caricaturas políticas  en el semanario uruguayo El Sol. Firmaba aquellas contribuciones como Gius, en un giro irónico que aludía a su apellido paterno, Hughes. Desempeñó una serie de oficios dispares antes de asentarse definitivamente en el terreno del periodismo y la literatura. Desde esas canteras contribuyó «al rescate de la memoria secuestrada de América». En Uruguay, fue jefe de redacción de la revista Marcha y director del diario Época, hasta el día en que tuvo que emigrar a la Argentina para librarse de la persecución de la dictadura. Allí, escribió para la revista cultural Crisis. Algunos años después, el golpe de estado perpetrado por Videla lo obligaría a dejar también ese país y tomar rumbo a España. Retornó a Uruguay en 1985. Al lado de otra figura señera de las letras latinoamericanas, Mario Benedetti, editó la revista Brecha, y más tarde creó su propio sello editorial    –Ediciones El Chanchito–  a fin de publicar sus obras  a un costo accesible para los lectores.

La preocupación perenne de Galeano fue el destino de América Latina, signado por su pasado colonial, que hasta el presente deja sentir su gravoso impacto. En buena cuenta, cada una de sus obras está impregnada en una  u otra medida de aquella preocupación. Un libro publicado en 1971,Las venas abiertas de América Latina, constituye una de sus primeras aproximaciones  a la dolorosa historia del despojo que estas tierras sufrieron desde la época de la conquista europea. La crítica dirigida contra el afán de dominio traducido en las voraces políticas económicas implementadas por los centros de poder mundial es frontal y acerba. Son estas estrategias de control y explotación del capital las que han sumido en la miseria y el atraso a los países de la América Latina. El balance efectuado por Galeano es contundente: el presente sigue siendo la prolongación del despojo iniciado hace más de cinco siglos; las trasnacionales ahora cumplen disciplinada y eficazmente ese papel; el subdesarrollo de nuestras naciones tiene como alevosa contraparte la opulencia del norte industrializado.

Memoria del fuego, su famosa trilogía, del mismo modo, procura trazar la ominosa ruta histórica que siguió la expoliación de nuestros países. La exposición, sin embargo, parte del recuento de los mitos precolombinos, es mucho más ambiciosa en su abordaje histórico y cristaliza en un peculiar híbrido narrativo que tiene de exposición histórica, novela, poesía épica, ensayo, crónica e incluso testimonio. Como el mismo Galeano lo menciona en la parte introductoria de la obra, determinar el género a que esta pertenece no es algo que le quite el sueño. Memoria del fuego es, nos dice, un relato histórico asentado en base documental, pero narrado de una manera muy personal. La pluma del escritor uruguayo se desplaza con maestría y plasma, a  lo largo de los tres volúmenes  –que partiendo de los mitos fundacionales indígenas, llega hasta el año 1986, atravesando el período de la conquista, la colonia y la independencia–, un vívido fresco del accidentado proceso histórico que nuestros pueblos han recorrido luego de que las culturas originarias fueran avasalladas por la invasión europea.

En dos ocasiones se le otorgó el premio Casa de las Américas, en 1975, por La canción de nosotros, y en 1978, por Días y noches de amor y de guerra. La obra premiada en 1978 es un testimonio en que Galeano rememora los tiempos de la dictadura uruguaya y luego la que se vivió en Argentina. A través de textos fragmentarios, Galeano hilvana en un tono entrañablemente personal pasajes de su vida durante la década de los setenta, en que se mezclan las alegrías cotidianas y los horrores de la persecución política. Están retratados ahí  el recuerdo de sus hijos cuando pequeños y la turbulencia social de aquella época; los amores intensos y la persecución política; las preguntas y dudas ante un mundo que regatea justicia y solidaridad, y la desaparición y muerte de los compañeros de luchas e ideales. Es un libro bello y doloroso a la vez. Es el claroscuro que dio su matiz a la vida del escritor uruguayo en las particularmente difíciles horas del activismo político.

Ahora, Galeano ya no se encuentra con nosotros. Pero ahí está su obra. El ejercicio de la escritura fue el  medio al que recurrió para permanecer aquí: «Esa iba  a ser mi manera de estar con los demás después de muerto (…) así no se iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido».

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