Ver jugar a la selección peruana me recuerda a una relación tóxica, esa donde lo último que queda es la confianza. Los jugadores de la ‘Bicolor’ no entienden lo que quiere proponer su director técnico Juan Reynoso y por eso se sienten confundidos, extraviados, perdidos durante largos momentos del partido.
Cada partido es un esquema distinto, con jugadores diferentes y con estrategias poco entendibles. Dice una cosa y luego sale con otra; he ahí el desconcierto. Un jugador de fútbol se siente más en confianza cuando sabe que a su derecha o izquierda aparecerá un compañero suyo para hacer triangulaciones, pero cuando eso debiera suceder al ‘Cabezón’ se le antoja lanzar balonazos al área rival, como sucedió anoche.
No hay automatismos, no hay pases al pie o filtrados. Todo es un arroz con mango dentro de la selección por los cambios de parecer del ‘Cabezón’ y eso, tarde o temprano, termina cansando a un jugador de fútbol, por más profesional que sea.
Durante el primer tiempo Perú parecía un buen dominador del encuentro, sin embargo, las cosas cambiaron ni bien se inició el complemento. Las ideas se le acabaron a Reynoso, quien optó por obviar que se juegue en la mitad de la cancha, para que Tapia o Yotún lancen balonazos a Grimaldo, Lapadula o Carrillo cuando le tocó sustituir al extremo derecho del Sporting Cristal. Eso evidentemente envalentonó a la ‘Vinotinto’ que empezó a iniciar sus ataques en el círculo central de la cancha para luego distribuirlo a los extremos. Fue justo uno de esos embates donde llegó el empate del equipo visitante, desbordando por el lado izquierdo donde cubría Marcos López, quien en el primer tiempo se hizo sacar una tarjera amarilla tontamente. Condicionado López con la amarilla este no pudo salir a marcar con rudeza al jugador venezolano Machís quien tiró un centro a placer para que la termine empujando Savarino.
Los fantasmas volvieron otra vez a rondar en la selección nacional, mientras un ofuscado Oliver Sonne arrojaba su camiseta porque veía que el ‘Cabezón’ no lo hacía ingresar. A todo esto, ¿para qué Reynoso lo llamó si solo lo tiene calentando la banca todos los partidos? Ese pobre muchacho deberá estar hirviendo de cólera porque cada vez que lo llaman tiene que viajar miles de kilómetros, adaptarse a un nuevo horario, estar incluso al acecho de extorsionadores, para que al final su entrenador le diga que tiene que esperar un rato más.
Solo queda una sola conclusión: el DT peruano no se entiende ni a sí mismo; no tiene en orden las ideas en su cabeza y eso las plasma en su pizarra y en el juego. Todo indica que tanto sus dirigidos como los directivos de la FPF han tirado la toalla, y solo esperan que en el transcurso de las horas el ‘Cabezón’, por el bien de todos los hinchas peruanos, presente su carta de renuncia a la Federación.