Esta denuncia debe ser lo más absurdo que me ha tocado vivir y escribir en el Perú. Resulta que en el banco Scotiabank está terminantemente prohibido leer en cualquier formato, ya sea esto vía el móvil, revista, libro o cuaderno. Y si no les haces caso, pues te traen a las “Águilas Negras” y te llevan detenido. No sé a quién se le ha ocurrido semejante despropósito y/o aberración, pero aquí les cuento este caso digno de Ripley o de la peor insensatez que solo podría ocurrir en un país bananero con boom de cocina novoandina, narcoestado “Esto es guerra”, “Combate” y reciente electo presidente gringo.
Resulta que acompaño, a pagar unas cuentas, a mi amiga Katalina Rosaforte. Entramos al Scotiabank y como la cola era larga, decido esperarla en uno de los asientos. Para no perder el tiempo mirando las paredes, saco mi celular y me pongo a leer tranquilamente unos artículos literarios. Entonces viene el guachimán y me increpa mi actitud “incorrecta” y “faltosa”. Le respondo que no hay ninguna ley que me impida leer. El guachimán amenaza con llamar al administrador del banco. Le repito que no hay ninguna ley que me impida leer, que todo esto es una tontería y que no tengo porque hacerle caso.
Después de un momento, viene el administrador, me exige que deje de leer en mi móvil, pero no me da ninguna razón o explicación posible. Le digo que no tengo porque hacerle caso y que, además, estoy trabajando. Me amenaza con traer a las “Águilas Negras”. Le digo que traiga a quién quiera, que nadie tiene porque impedir que yo o cualquier ciudadano lea. Incluso le enseño lo que estoy leyendo. El administrador se va enfurecido y retorna en un momento diciendo que las “Águilas Negras” están en camino y que voy a tener serios problemas.
Katalina Rosaforte me avisa, desde la cola, que, por favor, guarde el celular. Entonces, y para evitar mayores problemas, saco mi cuaderno de apuntes y me pongo a terminar de escribir un ensayo pendiente y a repasar una revista que traigo entre mis cosas. Los vigilantes, a pesar de que están al tanto de lo que estoy haciendo, me vuelven a advertir que deje de leer y que ya están llegando las “Águilas Negras”. No les hago caso y sigo en mis cosas.
Águilas Negras ingresando al banco.
En cuestión de minutos, llegan dos corpulentos policías y me ven hojeando la revista y con un cuaderno abierto entre las piernas, y dicen que tengo que acompañarlos al carro policial. Les pregunto cuál ha sido mi falta, error o delito. Uno de los policías me habla en voz alta, dando gruñidos, gritando que no está permitido hacer lo que estoy haciendo. Les vuelvo a explicar que no puedo perder una hora de mi vida mirando la pared y que prefiero estar leyendo algo o haciendo mi trabajo. Les enseño la revista y el cuaderno, pero ellos insisten en que tengo que ir al carro policial y que “está prohibido leer ahí”.
Uno de los policías me pide mi DNI y me increpa para que lo acompañe afuera. Le digo que no le voy a dar nada y que estoy esperando a mi amiga que se encuentra en la cola. Él policía más fornido pregunta en voz alta que quién me está acompañando. Sale Katalina Rosaforte de la cola y replica que cuál es el problema. Los policías intentan detenerme pero me resisto al arresto y porque además, en ningún momento, han justificado su errático accionar.
Ya afuera, ocurre un forcejeo, KR saca su cámara y logra tomar unas cuantas fotos, uno de los policías intenta arrebatarle la cámara y forcejea y golpea a KR. Vuelven a intentar reducirme, y uno de los policías coge su pistola y agarra sus esposas. En plena trifulca, les advierto que soy periodista y que están cometiendo abuso de autoridad. Estas mágicas palabras logran intimidar a los policías que ya estaban por arrestar a este servidor. Finalmente, el “Águila Negra” que osó cobardemente levantarle la mano a KR, se esconde rápidamente dentro del banco para evitar ser fotografiado. Y afuera queda el policía cómplice de toda esta miseria y ruina humana.
Este hecho que más parece una historia de Woody Allen o una obra de Eugène Ionesco, ocurrió, este lunes 18 de julio, a las 3 de la tarde, en la agencia de Scotiabank de la avenida Sucre 658-660 en Pueblo Libre-Lima. Dejo aquí la denuncia y mi más absoluto rechazo a este mediocre servicio bancario, y mi repudio absoluto a esta inútil Policía Nacional que no maneja ningún tipo de lógica y agrede sin ninguna razón a los ciudadanos de este país. Y porque, además, nadie, ni una entidad bancaria, ni guachimanes, ni policías, ni autoridad posible, pueden impedir que alguien lea dentro de un banco, sea en el formato que sea, y, más aún, si uno está condenado a perder uno o dos horas para pagar una oprobiosa deuda por intereses, un alquiler vencido o un absurdo recibo de refinanciamiento.