Dentro de la cáscara del capullo amarillo, de Pham Thien An (2023)

El logro mayor de esta película es, al menos, desde mi punto de vista, la serenidad casi indestructible que transmite. ¿Cómo la logra? ¿Y en qué se basa? Serenidad vendría a ser sentirte a ti mismo, estar en tu centro (o sea no alienarte ni perderte ni ‘dividirte’) e interactuar y a la vez contemplar el mundo, a las personas, con una suerte de mezcla o unión de empatía y objetividad. Tal creo que es el punto de vista de la instancia narrativa (que no coincide necesariamente de manera exacta con el punto de vista del protagonista, aunque en este caso se le acerque).

Un estado productivo de atención tranquila. Una manera de conectar con y a la vez de sobrevolar o sobrenadar el desfile de los acontecimientos. Que no son tantos, pero que no son poco. Que siendo triviales, parecen apuntar todos hacia una misma dirección. Las imágenes llevan o invitan o sumergen en una suerte de estado de meditación, como si ese estar por sí mismo te volviera, con el pausado e incesante avance de los minutos, más sabio.

Sí. El registro digamos documental convive armónicamente con un fondo místico, un ‘fondo’ que por otra parte está presente en la superficie durante casi todo el tiempo. ¿Cómo lo logra? La magia del plano secuencia hecha de naturalidad que es a la vez perfección técnica, sería parte, solo parte de la explicación. Hay planos ya visto en otros cineastas asiáticos u ‘orientales’ y también en algunos europeos (Béla Tarr, por ejemplo) pero que Pham Thien An utiliza para satisfacer sus propios objetivos. 

Tres amigos, una conversación sobre la fe, o su falta, es decir, sobre el sentido de la existencia, o un sentido ‘no trascendente’, conversación sostenida en un lugar que tal vez no sea el más propicio, y seguida un accidente que ‘conversa’ con los tres amigos y que da inicio al viaje, sensorial, emocional, existencial y detectivesco.

No hay ‘sentido’ sin vacío, y es el vacío de cada pequeño encuentro (o casi encuentro o desencuentro o medio encuentro) y el vacío entre cada pequeño acontecimiento el que le da un sentido global a esta para mí inesperada película de un director tan joven, católico, y vietnamita.  

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