Como el titán del mito clásico, que robó el fuego para la humanidad, Fernández Ampuero (Lima, 1971) desafía lo establecido y se resiste a toda domesticación del arte en la lógica del consumo. Lo hace presentando a personajes sumergidos en la estética fría y superficial de los emojis, los globos plateados y los filtros de las redes sociales. Así recontextualiza el mito griego asociando a sus figuras con modernos Prometeos que luchan por una chispa de autenticidad en un entorno mediático que parece ahogarlos con su falso brillo.
Así, los once óleos y seis acuarelas establecen una conversación íntima entre la estética pop y la profundidad filosófica. Los fondos grises y saturados contrastan con el cálido tratamiento de la piel de los personajes, como si la carne aún tuviera una esperanza de resistencia frente a una realidad impersonal. En un entorno de globos inflados y sonrisas plásticas, la humanidad aún late, aunque deformada por el espejo que la fibra óptica ha puesto frente a sus ojos.
En cada pincelada de «El evangelio según Prometeo” el artista homenajea la voluntad inagotable de crear y forjar el propio destino, incluso cuando las condiciones parecen empeorar. «Después de la pandemia, llegaron las guerras, el cambio climático, y otros desastres, lo cual me hizo cuestionar si aún podemos creer en nosotros como especie», dice Fernández Ampuero. La obra invita a cuestionarnos en qué, o en quién, podemos depositar nuestra fe y esperanza, especialmente en un mundo donde la fama efímera ha sustituido cualquier búsqueda profunda de significado.
Entre los tonos grises de la realidad digital y el delicado contraste de la carne, emerge una reflexión sobre la ilusión delirante que muchos viven a través de las redes sociales. Los globos plateados, en lugar de representar alegría, se convierten en espejos que distorsionan la figura humana reflejando una visión alterada de quienes buscan desesperadamente un momento de notoriedad. Esta deformación visual es una crítica precisa al positivismo tóxico y la obsesión por una felicidad superficial que la cultura digital ha impuesto como norma.
El artista parece advertirnos, con ironía oscura, sobre el carácter transitorio de esta nueva forma de existencia, donde, como diría Warhol, todos tenemos al menos quince minutos de fama. Pero, en última instancia, el eco de esta advertencia es más trágico que festivo: si bien robamos el fuego de los dioses, ¿qué hemos hecho con él?
Lugar: La Galería
Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro.
Hasta: 2 de noviembre 2024.
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 p.m., sábados de 3 a 7 p.m.
Entrada: Libre.