El periodismo es un escenario en el que se exhibe la naturaleza humana de modo inmediato.
Los periodistas que tratan de afrontar la realidad en búsqueda de la verdad, absolutamente tergiversada por falsedades y entuertos creados en los mismos medios de prensa, manifiestan uno de los últimos y más valiosos resquicios de dignidad que aún tiene el individuo.
Los “periodistas” que se venden y silencian su capacidad comunicativa ya sea sirviendo al amarillismo o a los clientes que les asignan torcer la realidad, dejan ver -de modo casi cinematográfico- el extremo al que pueden llegar la degeneración, la corrupción y la inmoralidad y todos deberíamos coincidir en que no es legítimo que se les llame periodistas por más cartones que puedan exhibir.
Por ello, en un país como el nuestro en el que la prensa se ha rendido casi absolutamente ante todas las formas bajo las que se ha expresado la tiranía y que aún hoy brega – sobre todo, la prensa escrita – por no servir únicamente a la derecha – aunque debemos reconocer, para ser honestos, que la izquierda no tiene mucho que decir -, debemos entregar a los primeros, es decir, a los que persisten en la búsqueda de la verdad, nuestra admiración y/o reconocimiento permanente.
En un país donde la libertad de prensa es tan sólo una «teoría» no existen razones para celebrar el día del periodista salvo que se comprenda en este término, única y exclusivamente, a todos aquellos individuos excepcionales que afrontan la realidad en búsqueda de la verdad con el fin de darla a conocer al gran público.
Lamentablemente, en nuestro país, esta libertad existe solo en base a excepciones que provienen enteramente de la prensa alternativa, en tanto que los medios masivos y/o tradicionales son una entrega directa a los intereses de los propietarios de los medios y de sus inversionistas.
Si se investiga porque fue elegido el primero de octubre como el día del periodista peruano se hallará que esta fecha señala la fundación del Diario de Lima por Jaime Bausate y Meza en 1790, menudo detalle. En todo caso, el 26 de enero de 1983, día de la Matanza en Uchuraccay, podría ser un símbolo más relevante para todos.