Política

¿Deben los trabajadores defender a Vizcarra?

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Escribe: Carlos Vargas

Los audios revelados en torno al caso Richard “Swing” han provocado una nueva crisis política. En un primer audio se puede escuchar al empresario y presidente de la república Martín Vizcarra ordenar a su secretaria negar las visitas de Swing a palacio, en otro audio le promete a su asistente que todos saldrán limpios de este escándalo, finalmente, en un tercer audio se escucha al mismo Swing jactarse de haberle “ordenado” a Vizcarra cerrar el congreso y también de poseer todas las pruebas que lo involucrarían en su contratación ilegal.

Vizcarra es un político de la élite capitalista, y como tal es absolutamente natural que busque únicamente su provecho individual a costa no solo de sus trabajadores sino también de los recursos de toda la nación. ¿O acaso algún obrero podría poner las manos al fuego por el empresario Vizcarra, o por los empresarios de la CONFIEP? Vizcarra fue primero un “invitado” del partido aprista, una verdadera mafia política; luego fue gobernador de Moquegua acumulando denuncias; finalmente, pasó de vicepresidente (del ahora procesado “PPKeiko”) a presidente de la república. En todo este tiempo, ningún funcionario de la justicia capitalista se ha preocupado realmente en investigar a fondo todas sus vinculaciones incluso con casos como el de Odebrecht, y por esta razón actualmente poseemos más pruebas relativas que absolutas, más sospechas que certezas. Sin embargo, ¿por qué tendrían los trabajadores que defender a Vizcarra, por qué tendrían que garantizar su inocencia?

Los trabajadores no han ganado nada con el gobierno de Vizcarra, pero sus dirigentes han insistido en sostenerlo únicamente por razones políticas. La burocracia sindical, estalinistas y demás reformistas, se metieron de lleno al juego político de la CONFIEP, dividiendo la política nacional en fujimoristas y anti-fujimoristas, transformando a Vizcarra de cuasi-aprista en héroe anti-corrupción. Y para hacerse más creíble, Vizcarra promovió el procesamiento de los políticos de Odebrecht, convocó un referéndum, y hasta cerró el congreso. Todo esto tuvo que hacer Vizcarra para facilitar el trabajo del reformismo, para hacerle creer a los trabajadores que tenían un gobierno “de derecha, pero anti-keiko” y, no obstante, Keiko fue liberada. Los dirigentes reformistas necesitaban montar este engaño para impedir el estallido del país, para impedir que los obreros y campesinos pobres ajustaran cuentas con los corruptos, con los ricos, y también con sus lacayos en el movimiento sindical.

Gracias a este respaldo incondicional, gracias a este frente amplio “antifujimorista”, Vizcarra pudo no solo continuar con la política esclavista, privatista y militarista de Fujimori sino incluso profundizarla, hasta el punto de haber reestablecido los toques de queda con la excusa de una pandemia que apoyada en esta misma política ha colocado al Perú en la cima de la letalidad global. Este es el verdadero fondo del asunto: a los obreros que no fueron despedidos se les recortó el salario, los que no mueren infectados por trabajar están muriendo de hambre por no poder trabajar, campesinos siguen siendo asesinados por las mineras, los estudiantes no pueden estudiar, las jubilaciones se reducen cada vez más. Pero allá arriba, en el paraíso de la CONFIEP, los empresarios viven tranquilos, comiendo del trabajo ajeno, sin necesidad de salir a la calle, con médicos y enfermeras particulares, y con los fondos públicos a su disposición para “reactivarlos”.

Este es el fondo del asunto: la explotación, la opresión, la contaminación, el hambre y la enfermedad, ¿por qué, entonces, deberían los trabajadores defender a Vizcarra?

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