Escribe: Carlos Vargas
La última vez que se cerró el
congreso fue en el año 1992, con tanques del ejército rodeándolo. La disolución
la impuso Alberto Fujimori. Sin embargo, ese Fujimori de 1992 no era visto
todavía como el mafioso montesinista que una mayoría reconoce con facilidad en
la actualidad.
Fujimori le ganó las elecciones a
Vargas Llosa en 1990 con el apoyo incluso de Patria Roja y otros partidos
reformistas. Fujimori era el candidato “democrático”, el “anti-liberal”, el
“popular”. Y cuando Fujimori cierra el congreso lo hace con el pretexto de que
el congreso se había hundido en la corrupción y se oponía a sus leyes anti-estatistas
y anti-terroristas. Aunque muchos no lo recuerden, el golpe cívico-militar de
Fujimori tuvo, en consecuencia, cierto apoyo popular inicial. En todo caso, no
hubo ninguna respuesta inmediata de las organizaciones obreras y campesinas
frente a lo que sería una de las dictaduras más corruptas y genocidas de la
historia del Perú. Los sindicalistas, estudiantes, y combatientes que la
dictadura pinochetista de Morales Bermúdez no pudo desaparecer, los desapareció
Fujimori. Y todo esto se disparó con un cierre de congreso.
Ahora Vizcarra cierra el congreso fujimorista en nombre de la misma constitución del golpe criminal de Fujimori. Es decir, más allá de las diferencias, la esencia dictatorial de ambos cierres es la misma: la presidencia de la república toma todo el poder con el apoyo tácito de las fuerzas armadas. Porque aunque ciertamente no vemos tanques en las calles, existe un claro apoyo de la casta de oficiales burguesa.
Como verdadero poder dirigente del Estado burgués, la casta de oficiales ha sostenido en los últimos 20 años la farsa de la democracia fujimorista y ha dado su venia a la salida de PPK y al ascenso y maniobras de Vizcarra. Este cierre del congreso es en realidad la última gran maniobra del empresario Vizcarra en pos de salvar desesperadamente la farsa democrática. Se convocarán nuevas elecciones y las mismas mafias políticas burguesas volverán a entrar al congreso (y hasta podría tener mayoría el fujimorismo nuevamente). Pero habrá quedado un nefasto e imborrable precedente para futuros golpes cívicos-militares.
Porque hoy la presidencia de la república se inclina a la izquierda, pero mañana lo hará a la derecha y la justificación será exactamente la misma de Vizcarra: el cierre es una facultad presidencial reconocida por la constitución de Fujimori. Es más: esta inclinación “a la izquierda” ni siquiera es real porque con este cierre del congreso al estilo fujimorista no se eliminará al fujimorismo. Lo único real aquí es que Odebrecht, el verdadero cabecilla de todos estos políticos mafiosos, sigue operando y robando en el Perú con el apoyo de Vizcarra y sus jueces y fiscales burgueses, y el mismo Vizcarra tiene varias investigaciones pendientes de corrupción. Lo único real aquí es que el mismo Vizcarra, con el apoyo del congreso fujimorista que ha disuelto, está imponiendo un paquetazo de leyes ultra-capitalistas que ni el mismo Fujimori soñó decretar.
Lo único real es que después de esta maniobra demagógica los fujimoristas, Odebrecht, los corruptos y los explotadores seguirán saqueando la nación como lo vienen haciendo. Lo único que sí ha cambiado es que con esta profundización de la “precariedad institucional” la casta de oficiales tiene ya carta blanca para efectuar un verdadero golpe de Estado como en 1992. El cierre de Vizcarra es, por tanto, un semi-golpe que prepara las condiciones para un golpe total.