Opinión

De Richard Swing a Chibolín: un salto del espectáculo a la política

La política peruana, más allá de enaltecer el ejercicio de gobernar, en los últimos años se ha pauperizado del modo más grosero, a tal punto de albergar en sus filas a indecibles personajes que provienen del mundo de las lentejuelas, el varieté y la farándula. Y entre los más significativos tenemos a Richard Swing y Andrés Hurtado ‘Chibolín’.

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Es sabido que la política en el Perú ha ido perdiendo doctrina jurídica, sentido ético y las virtudes que exige practicar el arte de gobernar para beneficio del vulgo y de los administrados, que, a pesar de eventuales limitaciones, se toman el menester de cumplir con sus impuestos. Sin embargo, toda esa millonaria cifra del erario nacional ¿cómo se ha distribuido durante los últimos quinquenios? más allá de financiar programas sociales y reactivar los 19 portafolios ministeriales. Sin duda, y debido a malas prácticas gubernamentales gracias al imperante sistema de corrupción, parte del dinero de los peruanos ahora va a parar a los bolsillos de inescrupulosos vendepatrias, homúnculos trepadores y miserables oportunistas, cuya única religión es el ejercicio de la traición, y la angurria desmedida, a tal punto de vender a sus madres y en todo caso, “matar a sus hijas”, con el único fin de salir airosos en sus oscuros fines.

Ellos siempre se pegan al poder, porque de ahí emana su ascenso. Primero, se hacen amigos de concejales, alcaldes, legisladores y ministros. Y luego dirigen su ‘alza y guion’ para apuntar directamente hacia los presidentes. Su objetivo final es ingresar a Palacio de Gobierno, no solamente para hacerse selfies y rozar con sus dedos la textura de los fríos sillones de cuero; sino, para corromper y luego pedir. Ellos no dan ‘puntada sin hilo’, y son tan “encantadores” que los presidentes se dejan engatusar, precisamente, porque carecen de una base moral y/o ética y caen rendidos ante sus embusteras verborreas.

Entre los más dignos representantes de esa fauna trepadora, tenemos nada menos que a Richard Cisneros Carballido, más conocido como Richard Swing; y al no menos tristemente célebre Andrés Avelino Hurtado Grados, mejor llamado (aunque él deteste que le digan así) ‘Chibolín’.

Los dos representantes del escándalo y la fanfarria supieron introducirse en los fueros de Palacio de Gobierno para ‘vender humo’ y vaya que lograron beneficios. Por su parte, Richard Swing con mucho Swing, logró que el expresidente Martín Vizcarra ordene su contratación en el Ministerio de Cultura, sopretexto de educar a los funcionarios de ese inoperante elefante blanco. Cómo olvidar a su “magistral-conferencia-motivacional-sapiencial”, por la que cobró S/175 mil.

La otra alimaña que se inició como payasito y posteriormente haciendo números de bailes con taparrabos, hoy viste trajes Armani, pero detesta que le llamen ‘Chibolín’; sin embargo, su apelativo acaba de volverse insoslayable y lo pinta de cuerpo entero como lo que siempre fue: un trepador que en base al embuste y la sobonería supo escalar malhechoramente en el mundo del espectáculo y luego en la política; al punto de asesorar al mismo Hernando de Soto, por cierto, en una etapa decadente. Sin embargo, lo más ruin que hizo este rufián nos remonta a esa tarde de agosto del 2022, que en pleno patio de Palacio de Gobierno y enfrente de centenas de niños enfermos de cáncer, con el único propósito de darle rating a su fenecido programa de televisión ‘Porque hoy es sábado con Andrés’, se comprometió junto al entonces presidente Pedro Castillo a tramitar la donación de S/4 mil millones para salvar sus vidas a través de rápidas y personalizadas atenciones médicas. Sin embargo, el dinero nunca llegó.

Actualmente podemos vislumbrar que este sujeto utilizaba su programa sabatino para ‘lavarle la cara’ a personajes nefastos y los presentaba como invitados especiales para que cuenten, dizque sus hazañas y éxitos. La verdad, no vale la pena mencionar sus nombres; pero lo que sí vale la pena argüir es el viscoso escenario que hoy vive Chibolín, tras los destapes que lo involucran en un presunto tráfico de influencias agravado, teñido de otros clásicos tipos penales, como, cohecho, lavado de activos y obstrucción a la justicia, si mencionamos a las dos señoras amnésicas que hoy niegan todo, tanto la exsuperintendente de Migraciones, como la fiscal de Lavado de Activos, que apenas tiene orden de impedimento de salida del país. 

Así las cosas, como diría Humberto Martínez Morisini, ¡Aquí no pasa nada! Porque Chibolín continúa orondo mostrándose con su bata de felpa, y confía que el resto de sus ‘amiguis’ que compartieron el ‘convite’ con él, se mantengan calladitos y no hagan que esta ola crezca más. Mientras, que Richard Swing, viene participando del inicio de su juicio oral, con una pachorra que no sabemos cuándo culminará en sentencia.

El “diablo los cría y ellos se juntan” en esta coyuntura maloliente que aún los alberga y que ya los signó como los canallas del siglo XXI.  

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