Opinión
De mitayos en la colonia a dueños de sus propias minas: el terremoto social que la oligarquía no pudo ni podrá frenar
El pueblo minero ya no está solo, ya no tiene miedo, y lo más importante, ya tiene conciencia de su poder y nos preparamos para pintar la próxima Cámara de Senadores y Diputados de color oro dorado de Los Andes! Serán líderes auténticos, formados en la lucha diaria, que llevarán al hemiciclo el olor a tierra y mineral que tanto odia la oligarquía.
Por Jorge Paredes Terry
El REINFO cambió las reglas del juego: miles de mineros cholos hoy son empresarios, sus hijos van a la universidad y en el 2026 llevarán su voz al Congreso. La oligarquía quiere volver a los tiempos de la mita colonial, pero los pueblos mineros han dicho ¡NO! Esta es la historia de una transformación imparable.
La historia se repite, pero esta vez con un final diferente. Durante siglos, los dueños del Perú nos vieron como simples mitayos, como esos indígenas explotados que morían en las minas de Potosí para enriquecer a las grandes monarquías parásitas europeas. Hoy, gracias a la lucha organizada y al REINFO, esa realidad está cambiando. Por primera vez, los mineros artesanales y pequeños productores han logrado salir de la pobreza, han formalizado sus operaciones y están construyendo un futuro digno para sus familias.
Este despertar no ha sido gratuito. La oligarquía limeña y sus socios extranjeros han respondido con toda su artillería: medios de comunicación mintiendo, leyes diseñadas para asfixiar al pequeño minero, y hasta balas para quienes osan defender sus derechos. Pero hay algo que no calcularon: el pueblo minero ya no está solo, ya no tiene miedo, y lo más importante, ya tiene conciencia de su poder.
El 2026 marcará un punto de inflexión. En las comunidades mineras ya se escuchan los nombres de los futuros congresistas: hombres y mujeres que conocen el sudor de la mina, que han vivido la represión, que saben lo que es ver cómo se llevan la riqueza mientras dejan miseria. No serán los típicos políticos limeños con corbata y discursos vacíos. Serán líderes auténticos, formados en la lucha diaria, que llevarán al hemiciclo el olor a tierra y mineral que tanto odia la oligarquía.
Esta revolución no es solo económica, es cultural y política. Los hijos de los mineros ya no quieren ser peones, quieren ser ingenieros, empresarios, congresistas. Las mujeres mineras ya no aceptan ser invisibles, hoy son dirigentes que toman decisiones. Las comunidades ya no creen en promesas, exigen participación real en las ganancias.
El mensaje es claro: no somos la mano de obra barata del siglo XXI. Somos los herederos de una tierra rica que por fin está en manos de sus verdaderos dueños. Las balas no detendrán este proceso, las mentiras no confundirán a quienes han abierto los ojos, y las trampas legales no frenarán la ola de cambio que viene.
En el 2026, cuando los primeros representantes mineros lleguen al Congreso, brillarán como el oro no por su valor monetario, sino por representar la esperanza de un país que decidió dejar de ser colonia. Esta vez, la plata y el oro no irán a enriquecer a otros, servirán para construir escuelas, hospitales y fábricas en nuestras propias tierras.
La mita colonial terminó. La esclavitud minera del siglo XXI también está por acabarse. Los pueblos mineros han despertado y no hay vuelta atrás. ¡Que tiemble la oligarquía, la revolución minera popular ya comenzó!