Por Iván Budinich Castro
“Lo que dejó la oruga, lo comió la langosta; lo que dejó la langosta, lo comió el pulgón; y lo que dejó el pulgón, lo comió el saltón”.
Joel 1:4
La segunda década del siglo XXI no es nada auspiciosa para nuestro país, los muchos logros alcanzados durante las dos décadas pasadas que llevaron a un crecimiento inédito de la clase media la misma que llego a ser el 39% de la población en 2019, fueron puestos en cuestión ante la impactante ineficacia de una clase política que no supo aprovechar el boom minero para cerrar nuestras sempiternas brechas en sectores como salud, educación o infraestructura básica.
La Constitución del 93 el marco dentro del cual se desarrolló todo nuestro pasado crecimiento, crecimiento a medias hay que recalcar porque no se llegaron a concretizar las reformas de segundo piso que pudieron habernos llevado a mayores niveles de bienestar e ingreso, está siendo puesta en cuestión por grupetes cuyo máximo horizonte propositivo es el modelo boliviano, modelo hoy a pocos meses del total colapso.
La corruptela sucesiva desde Toledo con quien se supone se instauraba el reino de la honestidad postfujimorista hasta Castillo, aquel humilde profesor que resultó siendo un mafioso intento de dictador han debilitado aún más una democracia que extrañamente funciona sin partidos, aunque la economía parece disociada en buena medida de esta crisis gracias a la independencia del BCR consagrada en la hoy denostada Constitución del 93.
¿Qué estaremos pagando? Es la pregunta que muchos se hacen y la respuesta no es tan difícil, el Estado peruano se construyó de espaldas a las mayorías nacionales, tampoco es que tengamos elites ni económicas ni políticas, grandes líderes como Haya de la Torre o Fernando Belaunde no asoman en el horizonte, tampoco proyectos disruptivos como lo fue el civilismo en su momento, no hay una mirada de construcción de país y en medio del caos, una masa de barbaros semiilustrados pretende destruir lo poco que hemos avanzado aprovechando el momento de mayor debilidad de la nación peruana.
Y mientras el país sigue muriendo cada día un poco más, fachos y caviares pelean a muerte sobre sus despojos ¿Tendremos esperanza en medio del fracaso generalizado de derecha, centro e izquierda o acaso estamos condenados a languidecer eternamente a la espera de la mano dura providencial que nos librara de nuestros males ¿Es viable una democracia peruana cuando la educación tiene indicadores tan bajos como los nuestros?
Se ha perdido el sentido de hacer política, la mayoría no sabe lo que es o lo que debería ser un político, nos gobierna la politiquería, la antipolítica se ha instaurado en el ADN patrio. Desde un tiempo a la fecha solo hay una certeza en la vida peruana, es que nuestros próximos gobernantes serán todavía peores que los actuales ¡Que el cielo nos proteja! … de nosotros mismos.