Javier Gárvich Ricardo Vírhuez, Oswaldo Reynoso y Dante Castro
Tarapoto nos recibe con el calor que Lima ha perdido (a pesar de la primavera que no llega ni con temblor de octubre) pero la humedad que ha conservado. El descenso del avión ya es un anuncio del calor y el paisaje de una ciudad que ha crecido menos de lo que imaginaba y que ha formado parte de los violentos y trágicos años del terrorismo.
Subidos en una moto-taxi somos testigos de un paisaje impensable en Lima: centenares de motos que surcan calles y avenidas, afirmadas o asfaltadas, con un orden que solo se explica en una ciudad donde tener auto sería una locura debido al calor y a la ondulante y sinuosa geografía.
Pero como en toda ciudad que empieza para uno donde termina el aeropuerto, el paisaje es un anuncio de que algunas de las leyendas que sobre la selva erótica y erotizante se han escrito, tienen algo de verdad. En una esquina, pintado de rojo, se lee sobre el marco de una puerta, en letras que se distinguen casi a una cuadra de distancia: “El tiburón arrecho”. No entramos (porque estábamos en la moto-taxi) pero prometemos sacrificarnos por esclarecer el misterio. El trámite de siempre del hotel no merece más comentario, salvo la alegría que provocó saber que había aire acondicionado y que, en el comedor, estaban terminando de desayunar algunos amigos escritores.
La feria a la que asistimos se ha denominado “1ra feria Nacional de Literatura y Artes, Cumbaza 2013”, y representa el esfuerzo enorme de un grupo de muchachos -liderados por Miuler Vásquez –que han recibido el valioso apoyo de las instituciones locales y regionales de Tarapoto para esta primera y ambiciosa edición (ambiciosa de verdad: una feria que cubre los pasajes de sus invitados, arma un programa bastante surtido con autores de Arequipa, Iquitos, Lima, Cusco o Chiclayo, por mencionar solo algunos lugares; que ha conseguido un suplemento de 4 páginas dentro del diario de mayor circulación local para anunciar los eventos y colocar fragmentos de poemas famosos o cuentos breves de autores universales como motivación para los asistentes; que ha convocado a todos los colegios de la zona para explicarles de la importancia y la necesidad de un evento anual como este, y que además organiza como cierre un concierto de rock, merece un enorme y agradecido aplauso).
La jornada de hoy jueves inició con un conversatorio sobre “Literatura y violencia”, cuya mesa estuvo conformada por Dante Castro, Oswaldo Reynoso, Ricardo Vírhuez y Javier Gárvich. El tema da para largo, definitivamente, y los puntos de vista expresados rozan opiniones en común para luego alejarse en definiciones y luego volverse a rozar. El tema de la “violencia política”, “guerra interna”, “terrorismo”, o las varias definiciones que le han acuñado a más de una década de sangría peruana es lo de menos: el tema central en la mesa es qué ofreció la literatura de aquellos lejanos y violentes ochentas en su momento, y cuál fue el impacto “real” en un mundo donde entonces no existían ni redes sociales ni internet, y donde la noticia llegaba (cuando llegaba, si es que llegaba) con varios días de distancia.
Libro en Braille
Interesante el trabajo realizado por Mark Cox sobre el tema, además de la relación de autores que han escrito (con mucho talento e inexistente fortuna de difusión) obras con pasajes memorables; cuentos y novelas con verdaderas y potentes tramas que consiguieron no solo golpear a los lectores (los que los alcanzaron a leer, se entiende), sino que, además, generaron eso que consigue la buena literatura: despertar el interés por un tema y descubrir que hay más, mucho más, que las muletillas de crucigrama que se recuerdan instantáneamente.
Del discurso político de los autores participantes se puede hablar mucho, pero será motivo de otra crónica, sin embargo el aporte de Garvich al finalizar la mesa fue bastante interesante, al proponer una serie de definiciones para intentar “entender el contexto”. La rueda de preguntas no estuvo tan mal, pero me recordó a uno de los chistes gráficos que vimos al entrar ya al centro de la ciudad, dibujado en una pared (y que recordó alguien del público: “¿Qué grita un bebé tarapotino apenas nace? ¡HUELGA!”. Termina la ronda de testimonios de parte de los asistentes (uno de ellos ex líder de las rondas campesinas que pidió la palabra a pesar de no hablar claramente producto de un derrame), se dio inicio a la pausa musical. El detalle: desde que inició la feria inició la lluvia, una que arrancó con unas gotas enormes y terminó empozando mini piscinas en los toldos que cubrían el salón de actos principal. Y escribo mini piscinas porque eso es lo que realmente eran: durante la intervención de Dante Castro, uno de los voluntarios intentó empujar desde abajo y con ayuda de un palo, esa parte empozada para liberar el peso, pero solo consiguió romper la tela, que liberó agua hasta que terminó de hablar Castro, Reynoso y Vírhuez. El almuerzo sí es algo para comentar brevemente: papa a la huancaína y lomo saltado. Es como irse a Cerro de Pasco y pedir ceviche. De la selva sus misterios.